Un aliado a dos bandas [Selina Kyle]

Spoiler:

Me había enamorado. Desde que había visto su foto en un folleto que repartían por la calle. Tenía que ser mío. Sería mío.
El collar de Ra, tallado en oro y laspislázuli, con más de dos mil años de antigüedad. Algunos decían que había pertenecido a la mismísima Cleopatra, mujer bella, fuerte e inteligente donde las hubiera, y gran amante de los gatos, como todos los egipcios. Estaba hecho para mí, no cabía duda. Tendría un lugar de honor en mi colección.

No era ni mucho menos mi primera visita al Museo de Arte Egipcio de Gotham. Era mi museo favorito y ya lo había desvalijado unas cuantas veces. Me encantaba la cultura egipcia, por no hablar de sus joyas. En realidad, cuanto más grande, valioso y brillante fuera algo, más lo deseaba.

Caminé por la azotea del museo con paso seguro. Clavé una de las uñas de diamante de mis guantes en el cristal de su cúpula, hasta que hice un agujero lo bastante grande como para caber por él. Desenrrollé mi látigo, lo anudé fuertemente en uno de los lados de la cúpula y bajé por él hasta la sala principal del museo. Caí con gracia sobre los tacones de mis botas y activé la visión nocturna de mi antifaz, en una frecuencia especial para ver los láseres que rodeaban la sala. Sonreí al ver mi premio al fondo, esperándome dentro de una urna.

Comencé a esquivar los láseres con gráciles y silenciosas acrobacias y piruetas, como si estuviera bailando. No di un sólo paso en falso, y no me costó nada llegar hasta mi ansiado trofeo. Hice un agujero circular con mi uña sobre la urna y saqué mi preciado collar. Consciente de que aún tenía tiempo de sobra, dediqué unos segundos en probármelo delante de mi reflejo en el cristal. Quizá la vanidad de aquel momento fue mi fallo...

El reflejo del cristal ya no sólo mostraba mi rostro, sino también el de otra persona, un hombre con la mitad de la cara desfigurada... Sabía perfectamente de quién se trataba. Lo había visto en los periódicos. Reaccioné de forma tranquila e indiferente, como si aquello no me hubiera sorprendido lo más mínimo, mientras mis sentidos empezaban a ponerse alerta por si acaso. Desconocía las intenciones de Harvey Dent.

- ¿Me estaba esperando? Debe necesitarme mucho, señor ex-fiscal.

Mi mirada se paseó por toda la sala. Entre las sombras veía a otros hombres, gente fiel a Dent. Me sorprendió saber que había pasado muy rápidamente de estar supuestamente muerto a estar más que activo, y además con seguidores. No había más salida que el techo, por donde había entrado, pero... ¿por qué huir? Él no parecía interesado en hacerme daño, ni tenía motivos para hacerlo, y además, estaba intrigada en eso que había dicho de salir beneficiada. Si iba a darme algo interesante a cambio de mis servicios, yo estaría encantada de oírle.

- Le escucho. Dígame cuál es su plan.

Escuché con mucho interés lo que me proponía y ronroneé. Aquello sonaba muy prometedor... aunque sería difícil fiarse de alguien que dependía de una moneda. Eso lo hacía inestable. Tendría que andarme con cuidado.

Contuve una risita al oír su proposición sobre las joyas. Es cierto que personalmente me interesaban más que unos papeles... pero, si éstos eran tan importantes y valiosos, no pensaba quitarles la vista de encima. Podría conseguir muchas cosas a cambio de ellos... con o sin Harvey Dent en mi ecuación.

Sonreí ante su halago y di un par de pasos hacia él. No me repugnaba su rostro. Nunca fui una mujer superficial. Además, no sentía ningún interés en el género masculino. Las mujeres debíamos ser libres e independientes, y no atarnos a ningún hombre. Por eso, no me importaba acercarme a quien fuera mientras las cosas no pasaran de un simple coqueteo, de un poco de seducción para lograr mis metas. Por lo demás, no quería que ningún hombre se propasara conmigo, aunque fuera el más guapo del mundo. No quería perder mi pureza, mi libertad...

Cuando era una niña tonta y soñaba con un príncipe azul que me salvara, ningún hombre se fijaba en mí. Ahora que tenía una nueva vida, una nueva personalidad, todos caían a mis pies, y yo me aprovechaba de eso... pero ya me había cansado de esperar. No deseaba nada con ninguno... o casi ninguno. Y por eso no sentía absolutamente nada, ni atracción ni asco, al acercarme a Harvey Dent.

- Trato hecho. Dime cuándo lo haremos... y cuéntame algo más sobre esos planos. Sólo lo justo para saber a qué atenerme, como bien has dicho, no me interesa esa información al detalle... - le sonreí de forma seductora mientras acariciaba mi collar - Te agradezco mucho tu generosidad, y te la pagaré con creces. Soy muy buena en mi trabajo.

¿Generosidad? ¿Acaso se creía que me quedaba con el collar porque él me lo permitía? Ya era mío, y no tenía intención de marcharme sin él, con o sin su consentimiento... claro que eso no se lo dije.

Como una buena actriz, no mostré en mi cara ningún signo de rechazo ante su cercanía, aunque estaba más que dispuesta a clavarle las uñas si se atrevía siquiera a tocarme de forma inapropiada. A él y a cualquier otro hombre... excepto a uno. Sólo a uno. Por suerte, al parecer la moneda le indicó que no debía continuar y se echó para atrás. Contuve una risita. ¿Qué clase de hombre necesitaba lanzar una moneda al aire ante cualquier decisión? ¿Y si le quitara la moneda? ¿Qué pasaría?

- ¿Nunca has hecho nada por ti mismo, porque tú así lo quisieras, sin depender de esa moneda? - le pregunté con curiosidad.

Sentí algo de lástima al ver en lo que se había convertido el justo y atractivo fiscal del distrito. Esto demostraba que yo tenía razón y que el murciélago se equivocaba: todo el bien se corrompe. Toda luz acaba siendo comida por la oscuridad. Incluso él lo sabía, aunque no quisiera reconocerlo. De no ser así, no se vestiría de una forma aún más tétrica que los enemigos a los que combatía. Eso era sólo por un motivo: porque sabía que la oscuridad sólo podía ser combatida con una oscuridad aún mayor.

- Entonces, ¿hasta mañana? - pregunté, mirando tanto a Dent como a sus secuaces, preguntándome si había algo más que hablar o si la conversación se había acabado.

No me impresionó su tono amenazador, ni deseaba que me contara su vida. Era una suerte poder acabar ya con aquella conversación y centrarse en lo importante: volver a casa con mi collar y pensar un buen plan para el día siguiente. Al menos estaría entretenida, y eso me gustaba. No soportaba el aburrimiento.

Sentí mucha lástima al ver cómo aquellos matones desvalijaban el museo más bello de todo Gotham, al menos para mí. Qué poco estilo, qué poca clase. Lo divertido y elegante a la hora de robar era hacerlo poco a poco, disfrutando de lo que te llevabas en cada visita de manera individual, y no cargando con sacos cuyo único futuro era la reventa en el mercado negro o ser almacenados como si fueran frutas. Esos tipos no apreciaban la belleza ni el valor de aquellas antigüedades. Bueno, ya me encargaría yo de recuperar esos artículos, ya fuera por mi cuenta o dándole un soplo al oído a mi murciélago. Pero no ahora. Si ahora hacía algo en contra de Dent, el plan de mañana se iría a la mierda.

- Los gatos tenemos nueve vidas, Dent - le dije como única despedida, antes de trepar por mi látigo y volver a la azotea, no sin antes acariciar una vez más mi nueva y radiante adquisición.

Esos brutos estaban armando un escándalo bochornoso, y yo no iba a estar allí para cuando vinieran los guardias... Bueno, al menos esta vez no sería yo el blanco de todas las sospechas.