Felicitando a una ladrona [Selina Kyle y Barbara Gordon] (Fiesta de máscaras)

Un buen discurso por parte del señor Wayne. Al igual que las personas de mi alrededor, aplaudí ante sus palabras.
No solo por cortesía, sino porque pocas personas tenían el “valor” para dar una fiesta a sus criados... y menos a gran escala. Esta era una ciudad que tenía problemas de delincuencia y villanos, y oír mencionar las fiestas de caridad me hizo sonreír. Quizás hubiera muchos villanos en esta ciudad, pero todavía seguía habiendo gente honrada y buena. Quizás no tuvieran el poder de detener a esos mal nacidos, pero para eso estábamos los superhéroes: para ayudar cuando hiciera falta.
El discurso de Selina me dejó impresionada. Para ser sinceros, era verdad, era la cruel y dolorosa verdad. Era cierto que en esta sociedad, el poderoso era el que tenía más dinero. No, no era de este planeta pero había podido contemplarlo lo suficiente como para darme cuenta de ello.
Volviendo a la realidad, Selina había sido sincera... muy sincera, me permito decir. A mi alrededor, pude ver como algunos ricos se secaban el sudor de la frente. Al parecer, no cumplían con lo que Selina había dicho. Quizás ellos esperaban encontrarse con una fiesta de ricas, poderosas e importantes personas y no con una fiesta en la que podía entrar cualquier persona. Aparte, estaba segura que algunos ricos se sentirían ofendidos o avergonzados de estar en una fiesta en las que las personas de clase media o incluso baja podían asistir.
Tras el discurso, la gente empezó a dispersarse y decidí hacer lo mismo. Cogí una copa de champagne y, con el antifaz puesto, me dirigí a felicitar a la cumpleañera.
- Gran discurso – dije con una sonrisa -. Algún que otro ha empezado a sudar, debo decir. Feliz cumpleaños, – la felicité – soy Kara, aunque no me conoces. Soy... una chica normal, de clase media. Nada del otro barrio, – sonreí al tiempo que me encogía de hombros - aunque mis pintas puedan decir lo contrario. Debo confesar que me lo han prestado - hice una mueca.

Tras el brindis, todo volvió a la normalidad... o eso parecía. En realidad, yo sabía que no era así. Veía en torno a mí a algunas personas claramente ofendidas que, sin embargo, no podían abandonar la fiesta, ya que eso supondría darse públicamente por aludido, reconocer que eran de ese tipo de ricachones que yo había descrito. Sonreí, sintiéndome muy satisfecha de mí misma. Todas los ciudadanos de Gotham en la misma fiesta, sin distinciones, con máscaras que les impedían saber quiénes pertenecían a la clase alta y quiénes a la baja, obligados a mezclarse unos con otros... Era una utopía muy bonita, al menos por una noche. El regalo perfecto de cumpleaños.

Una chica rubia se me acercó para felicitarme por mi discurso. Parecía agradable, así que le dediqué una sonrisa sincera, mirándola directamente a los ojos.

- Muchas gracias, Kara. Un nombre muy exótico, por cierto. La verdad es que eso era precisamente lo que pretendía. Estoy harta de la hipocresía y de que esta ciudad esté gobernada por los mismos de siempre. Ya iba siendo hora de impartir un poco de igualdad en Gotham, aunque sólo sea por una noche. Así que no debes darme explicaciones. Esta noche, todos somos enmascarados, no sólo Batman. No importa de dónde somos, ni a qué clase social pertenecemos. Lo que importa es que, en el fondo, todos somos iguales. Ni mejores ni peores. Ni buenos ni malos.

Sonrío . Tal y como sospechaba: Bruce no ha tenido nada que ver con la invitación, ha sido todo cosa de Selina, la minina. Y, aunque nunca lo admitiré en voz alta, lo cierto es que me ha hecho algo de gracia ver a mi mentor improvisando tan apurado y los dardos que le ha lanzado a su "criada". Y las pullas de la minina a la alta sociedad que nos rodeaba...mis labios se curvan en una sonrisa irónica. Puede que no coincida con los métodos y las aficiones de Catwoman, pero coincidía plenamente en todas y cada una de las palabras que ha pronunciado apenas unos instantes antes. A mi alrededor puedo ver a unos cuantos magnates de Gotham City con aspecto claramente incómodo, lanzando nerviosas miradas a su alrededor y a sus relojes, deseosos de abandonar al fiesta pero al mismo tiempo incapaces de hacerlo porque arruinaría su reputación. Con la multitud de gente que se ha reunido para los discursos he perdido de vista a Richard, y aunque no hay nadie con un traje parecido al suyo en la fiesta me costará un rato encontrarle de nuevo. Antes de empezar a buscarle, decido pasar a saludar a la cumpleañera. A fin de cuentas, a mi me han educado para que sea una chica con buenos modales y correcta. Esta es su fiesta, ¿no? ¿Qué clase de invitada sería si no me pasase a saludar siquiera?

Me ajusto mejor el antifaz con un gesto rápido y me encamino al último sitio en el que la he visto, tomando una copa de champagne que me ofrece un camarero al pasar. No suelo beber y no tengo pensado probar el champagne, pero será útil para disimular y evitar tener que estrechar alguna que otra mano. Lo bueno de que sea una fiesta de máscaras es que no tendré que espantar a los buscafavores que suelen acosarme en este tipo de eventos tratando de acercarse y obtener algún beneficio de mi padre, lo cual será un cambio agradable.

Cuando por fin encuentro a la minina, está hablando con una chica de cabello rubio y antifaz de color plateado y encaje negro.

-Un gran discurso, Selina -murmuro, alzando levemente mi copa e inclinando ligeramente la cabeza.- Hay que tener agallas para decir algo así en medio de toda esta clase de gente -lanzo una mirada de reojo a un par de señoras de mediana edad ataviadas con máscaras ostentosas y joyas hasta las uñas que le lanzaban miradas desdeñosas.- Ha sido interesante...feliz cumpleaños, por cierto.

Le daba toda la razón a Selina. No podía estar más de acuerdo con ella.
Toda ciudad, todo estado, todo país, estaba gobernado por unos pocos: aquellos que más dinero poseían. Aquellos que convertían el dinero en poder. Los poderosos y los políticos hacían de una ciudad o incluso un estado su... “juguete” personal. Manejaban las cosas a su manera, como ellos querían que fuese esa ciudad. Por otra parte, los medios de comunicación encubrían todo lo que se hacía. Aunque no significaba que todos los medios de comunicación fueran así. Había reporteros que todavía creían en la buena prensa, como Clark o Chloe. Gran parte de aquello lo había aprendido de merodear por el Daily Planet mientras esperaba a que Clark saliera del trabajo, ya que, algunas veces insistía en quedarse más tiempo de la cuenta y era yo quien le tenía que obligar a salir de la redacción.
Por otro lado, la igualdad era fundamental. En mi viaje hacia la Tierra había aprendido muchas cosas entre ellas, historia. No solo historia universal, sino también historia de algunos países y entre ellos los Estados Unidos de América. Por ejemplo el derecho a votar a la mujer o a las personas de color y la abolición de la esclavitud. Aquello era un gran acto de igualdad, pero desgraciadamente ni los grandes actos como aquellos hacían entender a algunas personas que todos éramos iguales.
- No podría estar más de acuerdo contigo, Selina – confesé en voz alta -. La idea con la que has montado esta fiesta está muy bien. Has dado un poco de igualdad en esta ciudad, por lo menos en esta noche, en tu noche especial.
Tomé un pequeño trago de champagne. Nunca lo había probado, así que reprimí una mueca cuando el líquido recorrió mi paladar.
- Otra cosa notable es, aunque te hiciste pasar por tu jefe, no esperaste a que nadie trajera la oportunidad. No esperaste a que nadie tomara la iniciativa de hacer algo como esto. Sin importar las apariencias o lo que vayan a decir. Eso a pocas personas no le importa.
Tomé otro trago de champagne, pero esta vez lo digerí mejor.
De pronto, una joven de vestido azul verdoso se acercó. Felicitó a Selina, tanto por el discurso como por su cumpleaños.
- Es justamente lo que le estaba diciendo a Selina – intervine refiriéndome a su segunda frase.
Me cambié la copa de mano:
- Por cierto, soy Kara – me presenté estrechándole la mano.

Si me había desanimado un poco ver a Bruce recorriendo la sala con una sonrisa falsa en el rostro y pidiéndoles disculpas a algunos de los invitados, mientras me lanzaba de vez en cuando una mirada de odio, las palabras de aquella chica me habían vuelto a levantar la moral. Y, para colmo, ahora hacía su aparición la aprendiz de murciélago... Pensé que sería para recriminarme algo, así que me sorprendió muy gratamente escucharla felicitarme. Les dediqué a ambas una sonrisa sincera, algo no demasiado habitual en mí.

- Muchas gracias Kara... y Barbie. Mi única intención fue darles un pequeño escarmiento a todos estos hipócritas. Esta ciudad tiene que despertar de una vez por todas. Ver juntas a personas de todas las clases es el mejor regalo que puedo tener esta noche... aunque tenga que ser obligadas - dije, frunciendo el ceño ante las caras de disimulado disgusto de algunos - No a todos les ha gustado.

Y, con esa última frase, no me refería a algunos de los estirados invitados. Me importaba muy poco, por no decir nada, lo que opinaran de mí. Me refería a Bruce. Ahora mismo me debatía entre dos extraños y contradictorios sentimientos: la satisfacción de haberle enfadado, consciente de que eso sólo hacía que su deseo hacia mí aumentara, al igual que sus ganas de cazarme... y, por el otro, la preocupación de haberme pasado de la raya y haberle cabreado más de la cuenta. No quería que se acabara cansando de mí.

- En fin... Me alegra teneros aquí, y espero que disfrutéis de la fiesta. Me encantan vuestros vestidos - les dije, volviendo a sonreír, intentando ocultar las dudas de mi rostro - ¿Habéis venido solas... o acompañadas? - un brillo pícaro se dibujó en mis ojos.

No me sorprende que la minina me haya reconocido al momento: ambas estamos más acostumbradas a vernos con las máscaras puestas que sin ellas, y aunque este no sea el tipo de máscara que suelo llevar, mi color de pelo es bastante distintivo; además, conoce mi voz habitual y no la versión ronca y ligeramente forzada que empleo cuando hablo como Batgirl. Lo que sí me sorprende es su sonrisa, que por una vez no es una de esas maliciosas e irónicas que suele dedicar a todo el mundo y que son señal de que trama algo.

-Les sentará bien -murmuro, lanzando una mirada a las personas bien vestidas y con aspecto ofendido.- Como se suele decir, las verdades duelen, y a la mayoría de los presentes no les vendría mal una saludable dosis de verdad de vez en cuando -me encojo de hombros.

Le sonrío a la otra chica, que se presenta como Kara, e imito su gesto de cambiar la copa de mano para poder estrechar la suya.

-Soy Barbara, aunque todo el mundo me llama Babs. Encantada.

Vigilo a Bruce por el rabillo del ojo y le veo apurado, pidiendo perdón a algunos de los invitados más destacados por el discurso de la minina. Por una parte me siento ligeramente culpable, porque él es un buen hombre y no se merece tener que ir humillándose así ante todos aquellos buitres podridos de dinero para cubrir las apariencias, pero por otra parte me divierte. Quizás es la parte de mí que todavía le guarda un poco de rencor por todo lo que la minina y él me hicieron pasar cuando me quedé a dormir en su casa porque mi apartamento estaba inundado.

-Lo mismo digo -y soy sincera, por muy mal que me lleve con ella siento que su sinceridad hará las cosas más entretenidas de lo que esta clase de fiestas suelen ser.- Algo así... -respondo con evasivas, lanzando una mirada a mi alrededor tratando de ubicar a Richard y dándo un sorbo distraída la champagne, conteniendo una mueca después.

Bajo la copa levemente y me recuerdo a mí misma que no vuelva a hacerlo.

No era una fiesta muy convencional, era cierto que nunca había ido a una – por lo menos en la Tierra – pero estaba segura que todas no eran así.
Estaba segura que a Chloe le encantaría saber lo que había ocurrido, por muy poco tiempo que hubiera pasado. No solo la cantidad de gente, ya fuera de los barrios bajos o los ricos, sino los discursos que habían dado tanto Selina como el señor Wayne.
Aparte, me sentía a gusto con ellas dos. Quizás a alguna gente no le gustara esta situación pero era con buena intención. Por una vez, había algo de igualdad en esta ciudad. Deseaba que esto repercutiera en el futuro, que los ricos se dieran cuenta de lo egoístas que podían llegar.
- Les vendrá bien darse cuenta de lo egoístas que están siendo – contesté mirando a mi alrededor.
Un hombres de edad algo avanzada, con una barriga que daba a saber que no se levantaba del sofá ni para cambiar de canal, se secaban el sudor y miraba indeciso a todos lados. No sabía con quién conversar. No quería hablar con unas pobres personas de barrios bajos o gente de clase media. Miraba su reloj cada diez segundos, deseoso de poder marcharse.
Lo más probable es que esta fiesta creara polémica en la ciudad, e incluso en los alrededores durante unos días o quizás una semana entera.
Me giré para volver a mirar a mis compañeras y tomé un gran sorbo de champagne.
- Quien sabe, quizás esta fiesta repercuta en el futuro y los ricos se den cuenta de lo que realmente importa y utilicen su dinero para mejores fines – comenté esperanzada.
Pude atisbar un brillo pícaro en los ojos de Selina, no necesitaba poder ver a través de los objetos o de la gente para darme cuenta de sus intenciones. Sonreí de medio lado, dando a saber que sabía lo que estaba tratando de hacer.
De pronto me di cuenta de una cosa. No había visto a Clark por ninguna parte y tampoco a Lois – lo que me daría a saber que mi primo también había venido -.
Miré disimuladamente a todos lados, buscándoles. Nada, no les encontré.
“No habrán venido” pensé algo desilusionada. "Les habría gustado, sobre todo a Clark".
- Yo he venido sola – contesté con una expresión indescifrable. En ella no había enfado pero tampoco alegría, pero al mismo tiempo no era frialdad. Era una combinación.
Tomé un pequeño trago del líquido que contenía mi copa.
- Dime Selina, ¿harás lo mismo para el año que viene? – comenté con gracia -. No sería una idea muy inteligente, la gente ya estaría avisada de lo que se les vendría encima.

Se me escapó una risita sarcástica con uno de los comentarios de la chica rubia. Qué ingenua... ¿Realmente creía que un simple discurso venido de una doña nadie como yo iba a cambiar algo? La sociedad estaba tan corrupta que el único modo de vivir en paz era adoptando el lema del "sálvese quien pueda", cogiendo lo que su pudiera y pisoteando antes de que los demás te pisotearan.

- ¿Realmente crees que algo cambiará, hermana? Nada cambia nunca, mucho menos por un simple discurso. La gente necesita salir de su letargo. Están acostumbrados a que, pase lo que pase, Batman vendrá y los salvará. Han olvidado que él es sólo un hombre, que no es omnipresente y que, por supuesto, no es perfecto. ¿Y si él también estuviera corrupto? La única posibilidad de que Gotham se salve es que sus ciudadanos abran los ojos, tal y como lo hice yo. Que se den cuenta de que sólo ellos pueden salvarse a sí mismos e impartir justicia, eliminar la corrupción y castigar a los culpables. Recuperar lo que le pertenece. El pueblo necesita una revolución, no depender eternamente de un hombre mortal con máscara y capa - dije, con voz seria.

Me imaginé que estas palabras no le harían ninguna gracia a la aprendiz de murciélago, que sospecharía que yo tramaba algo y que correría a decírselo a su maestro... Pero a mí no me importaba. Él ya sabía perfectamente lo que yo pensaba y, si creía que había cambiado de opinión, entonces no era tan listo como todos decían.
Mi expresión se tornó melancólica, quizá incluso triste. Intenté disimular el miedo que sentía al pensar en el futuro. Para alguien como yo, que vivía el día a día, lo que esa tal Kara me preguntaba era imposible de responder.

- Ni siquiera sé si seguiré viva mañana... - murmuré, más para mí misma que para ellas, consciente de todos los problemas que tenía encima últimamente y que yo sola tenía que solucionar.

Frunzo el ceño, pero gracias al antifaz este gesto pasa desapercibido para Kara; la minina, por otra parte, sabe tan bien como yo que está ahí. Probablemente hasta le divierta la idea de estar provocándome sin que pueda hacer nada abiertamente al respecto, al igual que el pobre Bruce. ¿He dicho pobre Bruce? Bueno, no tan pobre teniendo en cuenta que él solo se lo ha buscado al meterla en su casa...Sí, sigo resentida por todo lo sucedido el otro día.

-El pueblo necesita una revolución, pero debe hacerse de la forma correcta -murmuro en respuesta.- Si alguien iniciase una revolución en la dirección equivocada, las consecuencias serían desastrosas. Creo en los cambios, pero prefiero transiciones pacíficas -comento, lanzando una mirada a mi alrededor.- Llevado de la forma equivocada, solo traería caos, guerra y destrucción -niego con la cabeza, pensando en la cantidad de guerras fratricidas de las que he sido testigo de una forma u otra a traves de Dinah y mis Birds of Prey, cuando era Oráculo.

Alzo una ceja, curiosa ante el comentario de Selina: no creo que se refiera a Bruce, ambas sabemos que probablemente esto le haya enfadado, pero él nunca le pondría la mano encima, es demasiado caballeroso para eso. ¿A qué entonces? Caigo en la cuenta rápidamente: yo misma no sé nunca si podré ver la luz del día siguiente cada vez que me pongo el traje de Batgirl y ella, aunque para las acciones equivocadas, hace otro tanto de lo mismo. También ella podría caer en cualquier momento.

-Ninguna sabe si vivirá para ver el próximo día -respondo con ligereza, encogiéndome de hombros.- Lo mejor es no pensar demasiado en eso, y vivir lo mejor que se pueda el momento. ¿Cómo están tus gatos? -trato de cambiar de tema, curiosa por saber dónde diablos ha escondido los trece gatos: Alaska se ponía muy nerviosa cuando venía gente a casa y teníamos que encerrarla.

No podía negar que Selina dijera la verdad, porque así era. Le daba la razón en casi todo, pero había puntos en los que no estaba de acuerdo: todo cambia, todo avanza, nada se queda quieto. Puede que Gotham ahora mismo estuviera manchada, patas arriba, pero algún día la gente despertaría. Pero, claro, se necesita un despertador para levantarse, necesitaban una alarma, una alerta que les diera a saber todo lo que sucedía en el exterior. Era imposible que un superhéroe fuera corrupto, esa persona era lo que era por una razón, por razones claras, y nunca dejaría que sus razones fueran manchadas por la corrupción.
Suspiré. Eso me recordaba a la decisión que había tomado una semana atrás: dejar de ser superheroína. La razón era la cual había explicado hace un momento, aunque no fuera exactamente la corrupción. Había dejado de ser lo que era porque no valía, no todo el mundo vale. Pensé que llevando la S, el emblema de mi familia, podría hacer lo que hacía Kal. Pero no fue así, había metido la pata demasiadas veces como para seguir adelante. Bajé la mirada, un poco apenada, pero gracias al antifaz este gesto quedó desapercibido para mis acompañantes.
Cierto, la gente necesitaba una revolución, pero estaba del lado de Bárbara: necesitaban una revolución en la dirección correcta. Si las cosas se torcían, todo podía desmoronarse desembocando en caos.
Desgraciadamente, sabía una cosa: la gente no despertaría si tenían a los superhéroes de su lado. Creían que ellos vendrían a rescatarles, que nunca les pasaría nada... pero, lo peor, es que después se quejaban o les culpaban si las cosas no salían como todos habían planeado. Los superhéroes no eran dioses, no podían hacer milagros. Sí, tenían superpoderes pero podían ser heridos o incluso morir. De pronto, sentí un gran enfado, la gente culpaba a los superhéroes si sus misiones salían mal pero lo que no entendían es que esos héroes también se sentían mal por haber fracasado. No eran de piedra y se lamentaban por no haber llegado a tiempo o no ser lo bastante fuerte. Sacudí la cabeza levemente, no me servía de nada enfadarme sola. No iba a conseguir nada.
- Estoy contigo, Bárbara. La gente necesita una revolución pero si se hace de la forma equivocada todo sería caos – hice una mueca -. Pero no se levantaran, no despertarán de su letargo mientras tengan a los superhéroes. Y no me refiero solo a Batman, sino a Superman o a Wonder Woman. La gente seguirá creyendo que están totalmente a salvo con ellos, pero lo que no saben es que son personas. Pueden ser heridos o morir. Y después se quejan si las cosas no salen como ellos lo habían planeado. Esos superhéroes también tenían ese mismo plan, y estoy segura de que se lamentan porque no les saliera bien – suspiré -. Yo también creo en los cambios. Y espero que la gente se dé cuenta de que necesitan cambios, de que deben poner su granito de arena. Ellos admiran a los superhéroes por como son, incluso me atrevo a decir que algunos les tienen envidia, pero ellos también pueden ser “héroes”. La gente de a pie pueden hacer muchos cambios, pueden sacar del poder a los políticos corruptos o pueden echar a los policías que no cumplen su trabajo. Pueden hacer muchas más cosas de las que creen, pero no se dan cuenta.
No puede evitar tener un toque de enfado en mis últimas frases. No estaba enfadada con los ciudadanos, me sentía...frustrada con ellos. Había dado lo mejor de mí y había fracasado, y ellos no se habían dado cuenta de que me podían ayudar. Aún así, sabía que la culpa de que mis misiones fueran mal solo había sido mía.
Con la contestación de Selina a mi siguiente pregunta, no pude evitar pensar en Kal. Cuando se ponía el traje de Superman, ni siquiera sabía si iba a regresar vivo o iba a tener que visitarle al hospital, o incluso ir a verle a la morgue. Él era muy cabezota en este sentido, quería proteger a la gente, y nada le haría cambiar de opinión. Bueno, yo tampoco había pensado en los riesgos que corría cuando me ponía el traje de Supergirl. Pero, sinceramente, si los hubiera pensado no me habrían importado. Pocas cosas me hacían daño, sí, sonaba engreída pero era la verdad.
- Sí, lo mejor es no pensar en lo que pueda ocurrir – admití.
Cuando Bárbara preguntó por los gatos de Selina, recordé a mi gato. No se dejaba acariciar, y siempre que me arañaba se le partían las uñas. Nunca aprendería... No le caía bien, ¿qué debía hacer? Esperaba que algún día se acostumbrara a mí.

Tenía que reconocer que ellas tenían razón en una cosa: la revolución debía hacerse de forma correcta. Sólo recordar lo que pasó con Bane, apenas un año atrás, me ponía los pelos de punta. Cómo me arrepentía de eso... Primero, por Bruce. El mundo se me vino encima cuando creí verle morir. En ese preciso momento me di cuenta de lo que sentía por él... yo misma creí morir. Segundo, por Gotham. Pensar el caos y la masacre que se había llevado en sus calles no me dejaba dormir por las noches. Aún tenía pesadillas. Ambas me verían culpable de aquello, pero nunca mirarían más allá, más en mi interior. Nunca se darían cuenta de lo mucho que yo pagué y sigo pagando por todo lo que pasó.

- Lo sé, chicas. Lo sé - dije, con voz grave y sincera - Pero no sabéis lo que ocurre cuando un hombre se convierte en un héroe, cuando se destaca de la mayoría, cuando decide ser ese "despertador" del que habláis, ese guía. En toda revolución, siempre hay un mártir que sirve de ejemplo y de estímulo a los demás. Llamadme egoísta... pero no voy a consentir que él sea ese mártir.

Mis palabras sonaron rotundas. Nada ni nadie iba modificar mi punto de vista en ese aspecto. Yo nunca había sido tan materialista como todos creían. Sí, robaba para mí, pero yo también pretendía ser un ejemplo para los demás, un estímulo para que se levantaran de su letargo y comenzaran a tomar lo que les pertenecía, aquello que los ricos les habían negado por largo tiempo. Un símbolo para las mujeres, para que dejaran de esperar a un príncipe azul que las rescatara y protegiera, y empezaran a tomar las riendas de sus propias vidas.
Pero las cosas habían cambiado. Ahora sí era egoísta. Prefería llevarme a Bruce lejos de aquí, y que otros se encargaran de Gotham, antes que verle morir otra vez. Sí, era una zorra egoísta... pero no iba a consentir que me arrebataran al hombre que amaba, al único hombre que había amado en mis dos vidas. Había posibilidad de redención para mí, pero sólo se hallaba a su lado.

- ¿Los gatos? Ah, sí... Están bien, gracias. Deben andar por los jardines... Les dejo libertad. No son mis mascotas, son mis amigos. Pueden entrar y salir de donde sea cuando les plazca, sé que siempre volverán a mi lado - les dije, distraída, aún sumida en mis pensamientos.

Me acomodo suavemente el antifaz sobre el rostro con una mano, mientras con la otra sostengo la copa de champagne que he cogido antes. La conversación está tomando un tinte inusualmente profundo y un tanto siniestro, poco adecuado para una fiesta de cumpleaños, pero a fin de cuentas ésta no es una fiesta de cumpleaños cualquiera, como no lo son sus anfitriones y algunos de los invitados; y lo prefiero así: no estoy de humor para las conversaciones banales y carentes de significado que se suelen mantener en esta clase de eventos. Mantener las apariencias y fingir interés por el último coche o el último vestido que alguien se había comprado nunca ha sido plato de mi gusto.

-Un héroe puede ser cualquier persona -murmuro, mirando pensativa la danza que llevan a cabo burbujas el el líquido dorado de mi copa.- Los verdaderos héroes no llevan máscara, ni capa ni nada que se le parezca, pero eso la sociedad no lo entiende -niego con la cabeza.- Pero el mundo no está preparado para aceptar esta realidad, y por eso se cubren el rostro: porque deben ser una idea, un rostro sin forma. Porque no tienen forma les queremos, y porque no tienen forma les tememos... Necesitamos algo que nos saque del sopor en el que estamos hundidos, pero ellos no son la solución definitiva. El día en que entendamos esto, las máscaras dejarán de ser necesarias.

Alzo la mirada de mi copa y la clavo en la minina, asintiendo levemente con la cabeza en señal de apoyo: yo tampoco estoy dispuesta a permitir que Bruce se sacrifique, ha hecho mucho por la ciudad y por todos y se merece ser feliz por fin. Suspiro y me llevo la copa a los labios, dando un suave sorbo antes de darme cuenta de lo que estoy haciendo y contener una mueca. Parece que el único que no entiende eso es el propio Bruce.