Un justo reencuentro [Maiwen Johnson y Jonathan Crane]

La fiesta se está desarrollando bastante bien, la gente merodeando por la mansión y charlando entre ella, es extraño que yo aún no haya llamado la atención, estando solo y apartado, observando vigilante a que llegue mi momento pero algo me distrae, una persona de entre la escondida multitud se ha quitado su antifaz, no se como no la he podido reconocer antes, quizá el barullo de máscaras me ha distraído pero allí está... Maiwen Johnson, la mujer que ha conseguido sacarme de mis casillas, aunque solo fuera una ocasión... ¿Que te parece si nos acercamos y acabamos lo que empezamos esa noche?... Tentador, pero no, llamaríamos la atención... a la mierda la gente, voy a sacar la pistola y voy a... no, no lo haremos. Dejo decidir de nuevo a la moneda, la cara lisa me invita a entrar mas educadamente y a eso voy, me acerco cuidadosamente por detrás de ella y cuándo la tengo delante y ella aún no sabe de mi presencia la hablo con esa voz mía tan característica de calma pero enfadada a la vez.

- Hola Maiwen... el azar nos ha vuelto a encontrar, ¿ves como es justo?

La hablo mirándola a través de los orificios de mi máscara y observando cada movimiento que hace, que son una delicia para mi yo más sanguinario pero que produce lástima en mi yo más justo y sano... sentimientos contradictorios se ven despertados en la presencia de esta mujer. Quiero acabar lo que empecé, no me gusta dejar algo a medias... pero la mujer no tiene la culpa de nada, fuiste tú... nosotros Harvey, nosotros.

No está tan mal esto después de todo. Bah, ¿A quién pretendo engañar? Preferiría estar en mi casa, repantigada en el sofá con un bol de palomitas y viendo una buena película en la televisión, acompañada de mis perros y mi gato. Aquí estoy embutida en un vestido que en parte me incomoda y con los nervios a flor de piel porque ahora me he separado un momento de Crane para hablar con alguien. Joder, y esta mierda ¡Esta mierda me está molestando! Me quito el antifaz y lo miro. ¿Cómo pude comprarme esa cosa tan llamativa? Como si me gustara que todos me mirasen. Supongo que fue el que vi que más pegaba con mi vestido, aunque no soy muy buena que digamos a la hora de conjuntar. No estoy hecha para seguir la moda. Siendo sincera, me parece un antifaz bonito, pero no es algo que me guste ponerme, me siento incómoda y ridícula con él. Al igual que con este vestido rosa. Lo único que me convence de mi vestuario son mis converse, antes he visto que la gente ha desviado la vista desde mi antifaz hasta mis pies, y aún veo que algunos lo siguen haciendo. Capullos refinados. ¿Qué se les ha perdido?

Me empiezo a mosquear, ahora parece que me miran a la cara con mayor desdén que antes. ¿Es que les ha decepcionado verme sin el antifaz o qué coño les pasa? Sí, me estoy enfadando aún más. Tengo a uno de esos idiotas cerca, así que me tomo la libertad de mandarle a paseo con unas pocas palabras. ¿Dónde estará el señor Crane? Si no estoy sola no me fijaré tanto en quién me mira, así que le busco con la mirada, pero interrumpo mi búsqueda cuando oigo una voz tras de mí. Abro mucho los ojos mientras el antifaz se me cae por el susto. Qué típico de las películas. Trago saliva. Esa voz... esas malditas palabras... no puede ser. ¿Qué hace aquí? Me doy la vuelta esperando ver esa cara medio quemada y me llevo una sorpresa. Lleva una gran máscara que parece tener pintado el símbolo del yin y el yang. Qué apropiado. Del susto me he llevado una mano a la boca, como si quisiera evitar soltar un grito. Y encima he pisado el antifaz. Joder, no me gusta mostrarme débil o asustada ante los tipos como este, pero no he podido evitarlo, ha sido un acto reflejo.

―Lo único que veo es que tengo muy mala suerte. ―digo y me doy cuenta de que he dado pie a su estúpido jueguito con su maldita monedita. Sé que es algo psicológico, pero me está picando el lugar por el que la bala me pasó rozando. Ya no tengo herida, sólo una cicatriz que a simple vista no se ve. Me rasco, ceñuda. ―No intentará matarme delante de toda esta gente ¿No? Porque parece usted un hombre inteligente... ―qué mala leche me está entrando de golpe.

el ambiente, yo que estoy tranquilo y ella que está nerviosa, sensaciones contradictorias. Parece que sabe que decirme, por eso dibujo una ligera sonrisa detrás de la máscara, ahora nadie nos mirará, creerán que son dos personas que se han encontrado o que han venido juntas, pero su antifaz está en el suelo, y esto podrá atraer alguna mirada de algún rico que intentará enmendar su mala conciencia con actos de buena caridad y recogerá el antifaz de Mai, patético. Tiene razón, aún no hemos de llamar la atención, es demasiado peligroso... A la mierda, ella se rio de nosotros, deberíamos matarla ahora mismo... ¿y crees que no habrán polis o “héroes” aquí dentro?... el follón que se monte nos dará el tiempo necesario... no lo veo bien de momento... lancemos la moneda y veamos... me parece justo. Lanzo la moneda al aire, la gente aún sigue enfrascada en sus charlas prepotentes, la cara lisa cae sobre mi mano.

- ¿La recuerdas, no? - Le digo enseñándole la moneda para luego guardarla en su bolsillo- Esto no se olvida, tampoco a pasado tanto tiempo. Claro que tienes mala suerte, es lo que tiene enfadar a la justicia, que juega en tu contra. Eres una chica lista, lástima que no aceptaras mi oferta, hazme un favor, recoge el antifaz y póntelo o el arma de mi bolsillo que te está apuntando ahora mismo se disparará y me dará igual si me cogen o no.

Lo del arma es un farol, claro que he traído mis dos armas, pero de momento siguen enfundadas, y juego con que ella no lo sabe. Deberíamos dejarnos de juegos, esto no es un juego... calma mi nervioso amigo, todo a su justo tiempo.

Joder, no me gusta esto. No sólo estoy ante este psicópata que seguro que tiene muchas ganas de matarme por haberme escapado, sino que, además, no puedo verle la cara. No puedo ver sus expresiones, no puedo saber si parece estar enfadado, si sonríe o qué. Esto es enormemente frustrante. Miro a un lado y al otro ¿Alguien es capaz de darse cuenta de que no me siento cómoda con este tipo? ¿Dónde está el señor Crane? Si él viniera... tal vez podría escabullirme, o tal vez a este chiflado le da igual todo y le pega un tiro al profesor también. Pensando en ello, prefiero que no me vea en estos momentos y ya iré yo con él cuando me libre de este tío, si es que consigo hacerlo, porque joder, joder, me estoy viendo tirada en el suelo con un tiro en la cabeza y sin que nadie se dé cuenta. Mi corazón se acelera cuando veo cómo saca esa cosa endemoniada. Miro a mi alrededor de nuevo, mientras la lanza al aire, ¡¿De verdad nadie se ha dado cuenta?!

Frunzo el ceño mirando la moneda y después sus ojos cuando me la muestra. La ha guardado en el bolsillo, tal vez cuando vea que intenta volver a cogerla pueda salir corriendo... claro que para sacar una moneda de un bolsillo no hace falta mirar hacia abajo... estoy bien jodida. Me está soltando más tonterías de locos como que tengo mala suerte por enfadar a la justicia, en serio, es que no entiendo cómo se puede estar tan majareta. ¡¿Cómo se puede estar tan majareta?! Y ahora quiere que recoja mi antifaz ¿Para qué coño...? ¡¿Me está apuntando con un arma?! No puedo evitar mirar hacia abajo, hacia sus bolsillos. Me estoy frustrando tanto... ¿Por qué llega al punto de ser indiferente a que le pesquen por pegarme un tiro? ¿En serio quiere matarme porque una moneda se lo ha dicho? Por favor, que esto no esté pasando... me agacho para recoger el antifaz sin quitarle la mirada de encima a su máscara.

―Eres un cabrón. ―le suelto una vez vuelvo a estar de pie. ―¿Por qué me haces esto? ¿Por qué quieres matarme porque te lo diga una moneda? Yo no te hice nada, sólo iba andando por la calle, sólo volvía a mi casa. ―acabo mascullando, y ya paso de tratarlo de usted, no se merece mi respeto. ―¿Qué es lo que quieres? Si vas a matarme, inténtalo, inténtalo ya. ―y digo "inténtalo" porque no voy a dejarle que me mate con tanta facilidad. No he venido yo hasta aquí para que ahora un hijo de puta me pegue un tiro y ya está. ―Pero no me voy a poner esta mierda porque no me gusta y no me da la gana hacerlo. ―y tampoco he venido para que me toquen las narices y me den órdenes.

Su voz, ya no me trata de usted como la otra vez, supongo que ya me ha cogido confianza, la gente se muestra tal y como es antes de morir, y supongo que Mai es falsamente valiente, me sigue dando lástima tener que acabar con ella... aunque también me muero de ganas por hacerlo. Su voz, impertinente e irrespetuosa, yo no trataría así al hombre que tiene mi vida en su palma de la mano. Su voz, suena arrogante, en parte no puedo culparla, la gente actúa así en situaciones de vida o muerte... y odio a la gente que actúa así.

No lanzo la moneda porque no me hace falta, aún sigo bajo el control de la anterior decisión, la sigo mirando seriamente tras los agujeros de mi especial máscara, aún me extraña que nadie se haya fijado en mí, aunque ahora me importa una mierda esto. Me centro en la mujer que tengo delante. ¿Con quien habrá venido?... Ni idea, pero si ha venido con alguien hoy la habrá de acompañar en una camilla de ambulancia moribunda y sin cura... aquí no, aquí llamamos la atención demasiado...

- Oh no no no no, Mai, no se debe hablar tan mal, y menos para una chica tan guapa como tú. - Le digo con una voz cruel e irónica y llevo la mano que no toca la moneda y acaricio ligeramente unos mechones de su pelo - Los caminos de la justicia son inexpugnables, simplemente tenías que toparte conmigo esa noche y tranquila, aún no voy a hacer nada... no, aún tienes que sufrir más. Si no te gusta ese antifaz no deberías traerlo, póntelo o ensuciaremos la bonita mansión Wayne y daremos trabajo a su criada cumpleañera, ¿y eso no sería justo, no? Por cierto, dime con quien has venido, no creo que alguien como tú haya venido sola, eso sería terrible...y mortal.

La hablo tranquilamente, como si de una conversación entre amigos se tratase, solo que mi voz suena fría y enfadada y la suya aparenta estar valiente pero sé que en el fondo tiene miedo, normal, no todo el mundo se somete al juicio del azar y vive para contarlo.

No puedo creérmelo. Por mucho que lo intento no logro creerme del todo que esté frente a este lunático de nuevo. Sé que es estúpido pero cuando huí aquella noche por el callejón y llegué a mi casa, pensé que no volvería ver a este tipo en mi vida, no se me pasó por la cabeza que podría encontrármelo de nuevo. Bueno, en realidad temía toparme con él o que me pillara a traición, sin darme la oportunidad de defenderme, pero no pensé que sería en un sitio como este, esperaba que no ocurriera esto, y ahora... ¿Ahora qué demonios puedo hacer? No suelo mirar a la gente a los ojos, pero ahora es lo único que puedo ver de su cara, por lo que mi atención está ahí, y veo esa mirada que me da escalofríos, simplemente por saber de quién proviene.

Me siento rara, este tío no es un carterista ni un ratero más, aunque no me guste admitirlo ―ni siquiera mentalmente―, es elegante, un psicópata con estilo. Pero eso... ¡No me ayuda en nada! Joder ¿Por qué me pongo a pensar en gilipolleces ahora? No, no, no. Coño, ¿Me ha leído la mente? Porque ha dicho lo mismo que estaba pensando justo ahora. Es una tontería, pero no soporto que me llame por mi diminutivo, no tiene derecho y no quiero que lo haga. Y encima me está dando... ¿Una reprimenda? ¡¿De qué va?! Joder, tengo un vestido con falda amplia y converse, podría darle una patada y salir corriendo, pero claro, corro el riesgo de que me pegue un tiro en el estómago.

Espera ¿Qué? ¡¿Qué coño hace?! Miro de reojo su mano. ¡Me está tocando el pelo! Qué asco, le tengo tirria, no quiero que me toque, no quiero que un maldito asesino me toque. Joder, qué acto más inmensamente hipócrita, me siento como si estuviera en una película, y no me hace gracia. Joder... joder... aparto su mano de mi pelo con un movimiento brusco, tensando los labios.

―Aclárate de una vez, ¿Me vas a matar ahora, después, o no me vas a matar? ―digo de mal humor. Estoy asustada, muchísimo, y se nota por el nerviosismo con el que actúo, se me nota nerviosa y tensa, sólo que esos sentimientos se mezclan con el enfado que me causa estar con este tipo. No sé qué es lo que quiere decir con “sufrir más”, pero no quiero comprobarlo. Finalmente me pongo el antifaz a regañadientes, y le miro a través de él. ―¿No crees que alguien como yo haya venido sola? No me conoces, no me junto con gente de este sitio, he venido por ver cómo era esto, no me he molestado en pedirle a alguien que venga para que me diga que no. ―no me cruzo de brazos, sino que los pongo en jarras, ¿Por qué nadie se acerca? Aunque fuese para cotillear. No me lo creo, un tipo se ha acercado, tiene unos treinta años o así, creo.
―Discúlpenme, ¿Me permite que se la robe un momento? ―le miro con emoción, este tío me va a salvar la vida sin que se entere. ―¿Le apetece bailar, señorita?
―E-eh, yo... claro. ―no creo que vaya a pegarme un tiro delante de este hombre ¿No? Aunque puede que me dispare y luego le dispare a él... pero en ese caso sí que le descubrirán, ¿Se va a tomar tantas molestias? Ha dicho antes que le da igual pero espero que sólo fuese un farol.

Pregunta cuándo la voy a matar, esbozo una ligera sonrisa y espero a que se ponga el antifaz, me gusta que la gente me obedezca porque obedecen a la justicia. No me creo sus palabras, no veo que le guste mucho ir con un antifaz, así que... no, no me lo creo. Un hombre, más o menos de mi edad le pide bailar a Mai, no se la llevará, aún no, aún no he acabado con ella, puede que cuándo acabe le deje un brazo para que baile, o dos, que mas da, ya habré cumplido mi venganza, miro al hombre, bajo mi máscara estoy enfadado pero intento hablarle con educación:

- Perdone señor, pero la señorita y yo tenemos asuntos importantes que tratar, cuándo acabe con ella podré prestarle un poco de su compañía.

Sonrío bajo la máscara y el hombre asiente y se aleja, parece que no volverá a molestar pero se mantiene vigilante a cada movimiento que hago, observando a Mai, parece que le ha causado buena impresión, normal, no todo los días se ven estúpidas como ella, no me gusta ese hombre, pero ahora no es mi problema, miro a Mai, ese antifaz le queda bien, no se porque no le gusta llevarlo, bueno, cuándo llegue su momento se lo quitaré, querré ver su cara apagándose mientras grita, mientras me mira aterrorizada.

- Oh Mai, ¿tan rápido quieres deshacerte de mí? Yo me quiero deshacer de ti pero con tranquilidad, tenemos toda la noche querida. Te mataré cuándo lo vea justo y no me trago que hayas venido sola... cuándo te he visto no parecías muy cómoda, si hubieras venido sola te habrías ido, lo que me hace pensar en dos opciones, o tienes miedo de ir de noche por Gotham, lo que significaría que he hecho un gran trabajo, o que no quieres irte por tu acompañante, yo me decanto por la primera opción, pero por favor, resuélveme esta duda... por cierto, que mal educado soy, ¿quieres bailar?

No es una pregunta pero le tiendo mi mano para que la coja, si dice que no tendré que actuar, y si acepta guardaré las apariencias. Disfruto del momento, me gusta hablarle así, tan tranquilo y relajado, aunque parte de mí grite por salir y arrancarle el corazón aquí mismo, pero la sensatez gana y es momento de esperar, aunque Harvey espera... y quiere que Mai sangre.

No puede estar pasando esto. Harvey ha despachado al hombre que ha venido a pedirme bailar y se ha marchado sin más. ¡¿En serio?! ¡¿Ni una pregunta sobre qué pueden ser esos asuntos?! Maldita sea, recuerdo cuando me dijo, de forma indirecta, que me iba a descuartizar. Me doy cuenta de que he estirado un brazo hacia el hombre que se acercó, pero lo vuelvo a bajar, no puedo llamar la atención... me siento impotente. Al menos ese hombre mira de vez en cuando hacia aquí, tengo que pensar en algo para darle a entender que necesito ayuda.

Miro a Harvey con rabia. ¿Cómo puede ser tan asquerosamente hipócrita? ¿Cómo espera que le haga caso teniendo en cuenta que tarde o temprano me matará? Prefiero que lo haga ahora y así me ahorro la humillación y el sentimiento de extorsión. Estoy muy enfadada, ¿Miedo a las calles de Gotham por él? Cuánto ego, como si fuera el único criminal que habita en Gotham. Aunque, por desgracia, no es así. No sé qué hacer, no se me ocurre nada, estoy en blanco. En mala hora se me ocurrió venir aquí, tenía que haber venido, darle el regalo a Selina y largarme, sin acompañante ni nada. Pero comprar un vestido, un antifaz y toda la parafernalia para unos minutos me parecía un malgasto de dinero. Siento que me he traicionado a mí misma, debí venir sólo a eso, con mi ropa de vestir de todos los días, y darle por saco a los ricachones estos, pero tampoco quería molestar a Selina ni estropearle nada de su fiesta. Pero por eso voy a morir, o no. No, no voy a dejar que me maten, y menos en un sitio como este.

Miro su mano. No me puedo creer que me esté pidiendo que baile con él. Espera, no me lo está pidiendo, es otra extorsión más, seguro que para joderme más, o para no llamar la atención. Frunzo el ceño y levanto una mano lentamente, casi me tiembla pero no.

―Vale. ―digo y, finalmente, tomo su mano, sintiendo un tremendo asco. Debería mirarle a los ojos para intentar vislumbrar sus intenciones, pero prefiero no hacerlo, me sentiría más incómoda. ―¿Por qué me obligas a esto? ―pregunto con voz cansada. ―¿No puedes perdonarme la vida...? Nunca te hice nada malo... ¿No puedo darte algo a cambio de que no me mates?

Me gusta como me mira, rabiosa, es dura y es irónico que haya sido eso lo que la haya traído a esta situación, el no ser capaz de aceptar su destino y perecer ante mí esa dulce noche, aunque creo que esa noche la recordamos muy distinto de ella. Me agarra la mano y sonrío debajo de la máscara, me gusta que sigan mis “consejos” es lo mas justo en este mundo de locos. Cierro mi mano alrededor de la suya con suavidad, no huirá, no quiere llamar la atención, sabe que si lo hace me dará igual que me descubran, acabaré con ella, la única pega es que no podré saborear el momento, lástima. Camino tranquilamente a la improvisada pista de baile de la mansión Wayne, la música que suena es relajante y suave. Llevo mi mano libre a la cintura de Mai y empiezo a bailar suavemente al son de la música, al fin y al cabo soy un hombre de gustos exquisitos y que no le gusta hacer las cosas mal. Todo necesita su tiempo... incluso la justicia. Veo al hombre que antes nos ha interrumpido que no quita el ojo de encima a Mai, me tendré que encargar de él... pero ahora no. Sigo bailando y sin perder el ritmo respondo a Mai, la paciencia es una virtud, aunque a veces se convierte en un arma.

- Oh Mai... cuándo una bestia se desata nada puede pararla hasta que sacia su sed, ya te di la oportunidad de mantenerme enjaulado, vi algo interesante en ti, lástima que se tenga que desperdiciar gota a gota.

Suelto una pequeña carcajada sin parar de moverme, lo bueno es que soy capaz de hacer dos cosas a la vez, miro alrededor disimuladamente para asegurarme de que nadie se fija en nosotros salvo ese hombre que gira la cabeza cuándo lo miro, a veces puedo resultar un poco paranoico pero no me gusta correr riesgos en mis planes. Vuelvo a dirigir mi mirada hacia Mai. ¿Porque no matarla ahora mismo? Está asustada y sabe que va a morir... mejor prolongar su agonía, la persona inocente en un interrogatorio llega un momento en que pierde los estribos, con ella pasará lo mismo, sufrirá la agonía de esperar hasta llegar a suplicar por su muerte, entonces, yo, compasivo, la complaceré...

No sé cómo voy a salir de esta, pero tengo que pensar rápido. Ahora tiene las manos ocupadas y puedo aprovecharlo lo mejor que pueda. Yo no sé si él será bueno en la lucha cuerpo a cuerpo, pero, de todos modos, sólo necesito un movimiento brusco. Mis piernas son ahora mi arma más valiosa, sólo una patada... sólo eso y estaré salvada. El movimiento llamará la atención de la gente y yo podré aprovechar el descuido para salir corriendo. Me tiembla la mano con sólo sentir cómo él la agarra, ¿Asustada? No, estoy aterrorizada. Mi vida depende de mis actos, y tengo miedo de meter la pata. Encima no me ayuda nada la situación en la que estoy, no me refiero al peligro sino a... la posición, por decirlo de algún modo. Joder, me da mucho asco que me esté tocando la cintura, aunque no sea de forma directa, pero siento su mano y eso me es suficiente. Asco, mucho asco, me estremezco. Intento bailar pero no consigo hacerlo del todo bien, hago esfuerzos porque mis piernas no tiemblen demasiado, necesito que estén fuertes y hábiles.

Frunzo el ceño al oír lo que me dice. Ya me esperaba una respuesta así pero no perdía nada con intentar zafarme de su locura. Bueno, sí, la dignidad. Ahora me siento algo humillada, aunque no debería, no debo dejarme pisar por un delincuente chalado, por muy “sofisticado” que sea, no es un ladrón de poca monta ni un ratero de estos que te atracan por la calle empuñando una navaja con una mano temblorosa. Frunzo los labios cuando se ríe y me centro en sus ojos. Esos ojos amedrentadores. Tal vez en otras circunstancias me preocuparía por lo que pudo pasarle a este hombre para convertirse en un monstruo, pero en este momento me importa más mi propia seguridad y salvar mi cuello.

―Suponía que dirías eso. ―le digo con un tono brusco debido a los nervios y, sin esperar más, le asesto un rodillazo con todas mis fuerzas en la entrepierna y me separo de él. Doy gracias desde el fondo de mi alma a haber traído un vestido corto y unas converse en vez de zapatos de tacón, y también a tener este gusto para la ropa, que de haber sido una de esas esnobs que hay por aquí, estaría perdida por completo. Lo rodeo y me lanzo sobre él desde su espalda, agarrando su pelo y tirando con fuerza, intentando coger con la otra mano su arma, aunque no sé dónde la tiene guardada. Al menos esto llamará la atención de la gente.

Cuando mi mano se dirige a su cintura de un modo suave y tranquilo siento como se estremece, en ese preciso instante sé que el tiempo que pierdo en ella vale la pena, solo por sentir su temor, mis labios se mueven hasta formar una ligera y pícara sonrisa, ese estremecimiento me ha hecho entender que tengo que disfrutar mas este momento, hacer que Mai maldiga aún mas el día, fatídico para ella, maravilloso para mí, dos sensaciones, me gusta, en que nuestros caminos se cruzaron. Cierto que ese día la rabia se apoderó de mí pero ahora maldeciría el momento en que le hubiera arrebatado la vida, porque ahora no podría estar gozando de estas sensaciones.

Otra cosa que añade mas regocijo a mi ser es el patético intento que hace al bailar, está nerviosa y por mucho que intente disimularlo soy bueno captando detalles, no sabe como salir de esta y esto no hace mas que quiera atrasar su fatídico final, me gusta hacer sufrir a las personas que lo merecen, a las personas que son las justas merecedoras de este castigo, la religión egipcia lo llamaría Osiris, quien juzgaba a las almas condenadas para decidir donde merecían ir, la religión cristiana lo llamaría Raguel, un ángel, yo lo llamo azar.

Dirige sus ojos a los míos y ahora los mantengo fríos, como si no me importara lo mas mínimo lo que le pase, en parte es así, su muerte solo pondrá punto y final ha esta relación que tanto estoy degustando. Pero he de admitir que también sentiré lo más parecido al éxtasis cuándo apague su llama y la reúna con su creador, si es que cree en alguno. Su tono de voz me llama la atención y siento lástima por tener que matarla, tiene carácter, podría encajar perfectamente en mi organización, tuve una verdadera corazonada con ella, pero la justicia ha hablado y yo tengo que cumplirla, ¿eso es lo que hacen los fiscales, no?

Acto seguido todo pasa muy rápido y no puedo notar mas que dolor en la entrepierna, en un acto reflejo grito furioso y dolorido, pero tengo poco tiempo para recuperarme pero mucho para pensar dos maneras de hacer sangrar a Mai y matarla lenta y dolorosamente, esto no quedará así, y cuándo me empieza a tirar de los pelos ya noto como las ganas de hacerla sufrir psicológicamente han pasado, ahora sufrirá físicamente, no puedo verlo bien pero la gente nos estará mirando seguramente, obviando el dolor de la entrepierna me llevo las manos a la espalda para intentar agarrarla, no me importa que me estén mirando, total, iban a morir al acabar la fiesta, agarro una de sus piernas y sonrío mientras la tiro fuertemente, grito cuándo ella cae al suelo, me tenía agarrado de los pelos y creo que me ha arrancado unos cuántos...

Veo como la máscara está en el suelo, lo que quiere decir que la gente ya sabe quien soy, la idiota de Mai ha arruinado mis planes, ahora no podré llevar nada a cabo, pero lo bueno es que aquí no vendrá ninguno de la tropa del murciélago, estos tipos no tienen pinta de disfrazarse de murciélago por la noche, pero me da igual, Mai está en el suelo, la miro con los ojos abiertos dibujando una locura antes no vista, mi boca ríe casi en un susurro, cojo mi pistola y apunto a Mai pero no disparo, no, eso sería demasiado fácil e incluso en un momento como este se ha de saborear, en su lugar levanto mi pierna derecha y fuertemente la bajo dando en su pierna, al chocar siento un pequeño crujido que hace que mi mirada se centre en ese punto y suelto una carcajada que otro tipo llamaría de loco, ahora no se podrá mover, miro alrededor mientras la gente se aparta asustada, estos ricachones roban a los pobres desde la comodidad de su casa, cobardes. Luego bajo la mirada a Mai y me agacho frente a ella y le pongo el cañón de la pistola en la boca, a punto de disparar, no la gritaré, quiero saborear este dulce momento, solo me limito ha hablar casi en un susurro, ahora hay un silencio sepulcral en la habitación y eso solo hace que me regocije más, mientras mis palabras salen de mis labios mi mano se dirijo a su rostro y acaricia suavemente su frente, mi mirada sigue ese recorrido para luego centrarse en sus ojos:

- ¿Sabes? Has escogido el lado incorrecto de la moneda, Mai, has arruinado la fiesta del egocéntrico de Wayne por tu estúpida idea de seguir con vida... eso no es justo.

Concluyo con un tono intencionadamente falso, solo espero ver brotar unas cristalinas lágrimas de sus ojos, sería el broche perfecto para esta pequeña relación que, como en las tragedias griegas, concluye con la muerte de los protagonistas, solo que yo ya estoy muerto por dentro, ahora queda que la otra protagonista comparta mi final.

Me asusta el hecho de que me ha reconfortado un poco el grito que ha soltado este maldito cabrón, pero ¿Por qué va alguien a culparme después de lo que me ha hecho? Puto psicópata de mierda, que sienta satisfacción por estar ahora un paso por delante de él no puede ser malo. Y porque no quiero dañar a todas las personas que hay aquí aunque la gran mayoría sea basura, porque si no, habría usado el veneno paralizador que me dio Ra’s Al Ghul, sería genial patearle el estómago a este tío mientras no se puede mover. Joder, ¿Pero qué me pasa? Yo no soy así, me está volviendo loca este... ya ni tengo apelativos para referirme a él. ―pienso para mí, y, tal vez, esto es lo que me hace desconcentrarme, por mínimamente que sea, de lo que estoy haciendo y no veo lo que hace él con los brazos.

Abro mucho los ojos cuando veo que me voy a dar un golpe contra el suelo porque él me ha agarrado de la pierna y ha tirado de ella. Alzo la cabeza para no hacerme daño al caer ―lo aprendí en clases de judo― y hago una mueca de dolor, pues me he hecho bastante daño en la espalda. Él ha soltado un grito y yo me miro la mano con la que le tiraba del pelo, que aún está cerrada. Qué asco, le he arrancado unos cuantos. Que se joda. Hago una mueca de asco y me los sacudo. Tengo que actuar rápido, antes de que coja sus pistolas, debo hacerle un gancho para tirarlo al suelo. Joder, se le ha caído la máscara. Trago saliva al ver su mirada desquiciada, siento un terrible estremecimiento. Tengo que levantarme antes de que... me quedo paralizada de la impresión al ver cómo me apunta con su pistola. Mierda, tarde. No, espera, aún puedo tirarlo al suelo con las piernas.

Esto no me lo esperaba. Suelto un chillido agudo y ronco al mismo tiempo al tiempo que mis ojos y mi boca se abren de puro dolor. He oído el sonido que ha hecho mi pierna hace unos segundos, pero no me hace falta ese hecho para saber lo que ha pasado. Joder, me ha roto la pierna, joder, ahora sí que estoy perdida. No puedo ni moverla, suelto quejidos de dolor, ya no puedo concentrarme, cierro los ojos con fuerza y aprieto los dientes tratando de contener el dolor. Cuando vuelvo a abrir los ojos, veo cómo se agacha, intento retroceder pero es tarde. Suelto un quejido cuando introduce el cañón de la pistola en mi boca, trago saliva involuntariamente. Mi respiración se entrecorta, estoy completamente indefensa, voy a morir, y nadie me ayudará porque todos se han quedado mirando como pasmarotes, tenía que haber usado el veneno. ¿Y mi madre? Mi madre tan sobreprotectora que es y no se entera de nada de lo que me pasa últimamente. Estoy temblando de pánico, y me acaricia la frente. No me gusta, no me gusta nada.

Estoy tan asustada que mi rostro muestra de forma muy marcada y sin disimulo el terror que siento, ni siquiera me enfadan sus palabras, porque estoy más preocupada por mi vida. Qué ganas tengo... de llorar, no puedo contenerme como haría en cualquier otra situación. Gimo por culpa de la angustia, y niego con la cabeza mientras se me humedece el rostro, no quiero morir. Por favor, que no me mate... que esto sea una pesadilla, una broma de muy mal gusto, que se arrepienta, que su locura le haga cambiar de parecer. Lo que sea, pero no quiero morir. Los segundos pasan como si fueran una eternidad, y, cuando estoy a punto de perder lo poco que me queda de esperanza, sin atreverme a abrir los ojos, oigo una voz suave y conocida. Es la voz del profesor. Estoy temblando ¿Qué está haciendo? Ahora además de preocuparme por mi vida tengo que hacerlo por la de él. Quiero hacer algo para ayudarle, pero no me atrevo a moverme ni un ápice. Abro los ojos un momento sólo para ver al profesor, al menos me podré llevar a la tumba la imagen de lo más parecido a un ángel que conozco. Parece tan sereno... suplico interiormente porque Harvey Dent no le haga daño a él también.

Cada persona distinta tiene un sonido que le agrada especialmente por encima de otros, para los hipócritas de la naturaleza es el sonido de los pájaros a primera hora de la mañana, para los millonarios empresarios que viven por y para la fiesta ese sonido suele ser el rugido de un coche que cuesta mas que la casa de uno de sus empleados... el mío es la respiración temerosa que realiza Maiwen Johnson, la mujer que ahora tengo a mi merced. Una respiración nerviosa, unos sonidos entrecortados que entran por el único oído sano que tengo pero que recorren todo mi ser, provocándome pequeños pinchazos de regocijo que me hacen obviar que ahora soy el centro de todas las miradas, unas miradas asustadas y que están congeladas del miedo, y que me centre en cada movimiento que hace la mujer que morirá en mis manos.

Acaricio el gatillo de la pistola con el dedo listo para presionarlo en cualquier momento, de verdad que disfruto esta sensación, veo sus suplicas y veo sus llantos, veo caer de su rostro unas lágrimas de desesperación y miedo... miedo, me gusta. Observo como desciende una lágrima por su rostro, primero la mejilla, acentuando más su expresión de terror, en mi mente reina una inquietante unidad que pocas veces en los últimos meses he vuelto a experimentar, una unidad por saber que la justicia se verá cumplida en unos instantes y que ella habrá sufrido por partida doble el insulto que cometió esa noche, nadie puede salvarse si el azar ha dicho que has de morir. La unidad que experimento lucha contra las barreras del dolor agudo que azota constantemente medio rostro mío y hace que el labio sano se alce ligeramente mostrando una pequeña sonrisa que acompaña a la locura que muestran mis ojos, fijos en cada una de las reacciones que piensa hacer la mujer que tengo delante. El silencio reina en la estancia solo roto por los gemidos de Maiwen y su respiración agitada, yo estoy tranquilo y sigo acariciando el gatillo.

Si hay una definición de paraíso este sería el mío, todo el mundo viendo de que soy capaz por conseguir mis objetivos, siento un sentimiento de rechazo hacia esta frase, en silencio, observando atónitos el ritual de la justicia mientras la víctima descubre que estaba equivocada y que morirá de una forma mas sangrienta por su estupidez, la gente nunca sabe cuándo debe dejar la vida, ahora mi respiración suena relajada pero no se oye apenas. Todo esto se desvanece cuándo unos pasos me distraen, unos pasos que se acercan, el cañón se mantiene en la boca de Mai, dejo de acariciar el gatillo, giro la cabeza hacia el origen de los pasos y mi expresión adopta una de rabia e ira, mi respiración se agita un poco, mataré al que me haya distraído y expulsado de estas amargas sensaciones de felicidad. De entre las personas aparece una figura familiar, Jonathan Crane, el Espantapájaros, recuerdo nuestro último, mi expresión se relaja y una sensación de extrañeza me embarga cuándo pregunta por la mujer que está a mi merced, giro la cabeza para mirar de nuevo a Mai, la miro a los ojos, mira a Crane... vaya vaya. Pongo mi rodilla sobre su pierna rota y aprieto fuertemente, siento como los huesos crujen, vuelvo a mirar a Crane, veamos que tal va esto:

- Hola, Crane... es curioso verte aquí ¿Qué tal está el Espantapájaros? - Pongo énfasis en esa última palabra, me resulta curioso ese nombre, giro la cabeza hacia Mai y me acerco a su oído mientras mi rodilla sigue apretando su pierna- No me has contado que tu novio es un conocido mío... estás llena de sorpresas.