Diario de Maiwen

Qué día más raro. Y mierdoso, eso que no se quede atrás. Hoy ha sido el día en el que he estado más cerca de la muerte en toda mi vida. Voy a escribirlo todo desde el principio, porque necesito desahogarme de alguna forma, no quiero hacerlo con mis perros y mi gato porque no quiero que se asusten y... Judy, para variar, no está.

Para empezar, esta mañana no me levanté con buen pie, por lo que fui de mala leche a clase, a donde, por cierto, llegué tarde gracias a que el metro se averió. Tanto correr para llegar a tiempo a cogerlo, para que después se rompiera. En clase me enteré de las explicaciones que daban los profesores, pero tuve que hacer el doble de esfuerzo para ello. Cuando la jornada lectiva acabó y me vi en la obligación de ir a trabajar sentí que se me venía el mundo encima. Sabía que tenía que trabajar pero mi mente había evitado recordarlo hasta que ya era la hora de volver a conectar con la vida real. Caminé desde la universidad hasta la boca del metro y cogí uno por los pelos. Me quedé dormida dentro del vagón y me pasé de donde tenía que bajarme, así que tuve que coger otro maldito metro, y gastar más dinero.

En el trabajo todo iba “bien”, si quitamos el hecho de que me estaba cayendo de sueño, hasta que mi torpeza me jugó una mala pasada y tiré al suelo varias piezas de la loza del restaurante, sin querer, claro. Mi jefe se mosqueó, me dijo que estaba dormida y me bajó el ánimo más de lo que ya estaba, dejándolo por los suelos. Y el muy cabrón me hizo quedarme limpiando hasta tarde. Y eso fue... lo que me jodió.

Tuve que regresar a casa andando porque perdí el último metro que había. Por el camino alguien... un coche se detuvo a mi lado, y un hombre me habló desde el asiento de atrás. Cuando salió del coche vi que tenía la cara quemada. Pero eso no me asustó ni me hizo dejar de mirarle, todo vino después, cuando el tipo se volvió completamente loco. Empezó a lanzar una moneda cada dos por tres, sacó una pistola y me hizo entrar en el coche. Me propuso trabajar para él, pero me negué porque era un criminal ¡Joder, le dejó a una moneda decidir si me mataba o me dejaba vivir! Me amenazó, me decía cosas escalofriantes... y estuvo a punto de pegarme un tiro en la cabeza... por suerte, mis ganas de vivir me dieron fuerzas para luchar por mi vida. Logré desviar el disparo y salté del coche. Pero me siguió, estuvo a punto de atropellarme. Yo fui más lista y me metí en un callejón lo suficientemente estrecho como para que no pudiera pasar un vehículo de aquellas dimensiones. Sin embargo, él aún estaba dispuesto a matarme como fuese, y me siguió a pie. Disparó hacia mí tantas veces que no sé cómo no me mató. Pero tengo un “bonito” recuerdo de ese encuentro. Una bala me pasó rozando el brazo. Llegué a casa en un taxi y lo pasé fatal porque estaba sangrando mucho, pensaba que tenía la bala dentro. Cuando limpié la herida descubrí que no, que sólo había sido algo superficial. Ahora tengo el brazo vendado y me está doliendo, así que me voy a dormir, o al menos a intentarlo, tal vez tenga pesadillas.
Ah, por cierto, ese tío se llama Harvey Dent.