Dos caras vuelve a Arkham [Harvey Dent]

Yo solo quiero justicia. Observo los rostros de terror de los ciudadanos de Gotham que ahora se encuentran bajo mi control para que yo consiga la justicia, están asustados por dos cosas: mi rostro y lo que les pueda ocurrir. Una madre abraza a sus hijos y yo observo desde la distancia, mis hombres rodean en pequeños grupos a las personas para que no hagan una tontería mientras yo estoy sentado observando por la ventana las paredes del túnel que nos sirve de protección. He llevado el ferrocarril hasta el límite de la vía para que solo haya un punto de acceso, por donde hemos venido, de modo que por todas las direcciones a excepción de una estoy protegido por la roca, una tumba adecuada para un murciélago. Porque vendrá. Siempre viene. Observo el reloj, quedan dos minutos para que falte media hora y yo me levanto, se oyen sollozos que se acentúan cuándo saco dos armas. Camino hasta situarme delante de la madre y sus niños, entonces tras lanzar la moneda me agacho delante suyo. Que lástima. Que patético.

- Verá, no es nada personal, la justicia ha de ser imparcial y no distinguir entre mujeres, hombres… - dirijo mi mirada hacia sus hijos – O niños. ¿Por qué tuvo dos? – No responde, solo abraza a sus hijos de forma desesperada mientras estos tiemblan de miedo – Estoy siendo educado, hagamos un trato justo, si me responde lo tendré en cuenta.

Me mira temblorosa hasta que finalmente responde con un tono suplicante.

- Queríamos la pareja para que jugaran juntos y no se sintieran solos…

- Dos… un número bonito, ¿no cree?

Me levanto y me giro, sin mirar a la mujer que agradece a Dios agarro la moneda y la lanzo al aire, el ver la cara marcada me provoca una sensación triste durante un momento que se somatiza cerrando la moneda fuertemente en mi mano y agachando ligeramente la cabeza… pero cuándo la justicia habla. Con la rapidez que me caracteriza me giro y pego dos tiros a cada uno de los niños bajo la mirada y los gritos de su madre que se ve manchada por la sangre de sus primogénitos. Me giro de nuevo y camino de nuevo hacia donde estaba mientras vuelvo a hablar a la madre sollozante.

- Dios no existe. Solo la Dama Justicia. Y ahora caballeros… esperemos que la gente sepa cómo funciona la verdadera justicia y no envíen a un murciélago a hacer el trabajo sucio.