Crónicas Lane and West {Lois Lane}

Hace un día maravilloso en Metrópolis: el sol brilla, los pájaros cantan y yo… tengo que quedarme encerrada en Planet arreglando artículos de los becarios. ¡Fantástico! Yo, que podía estar perfectamente en la calle, abordando algún reportaje interesante y sin embargo me toca hacer el trabajo sucio.
Reconozco que estos chavales tienen talento, son carne fresca de la buena para el periódico, solo tienen que pulir un poco más sus aptitudes y su forma de redactar, pero lo demás tienen un gran talento. Me recuerdan a mí a su edad, ¿quién sabe? Lo mismo de aquí a diez años me superan, aunque espero que no sea así, mi ambición me supera y no conseguirán echarme del Planet. Creo que seré una anciana y seguiré entre estas cuatro paredes coronadas por la estatua con el nombre de la empresa. Cuanto menos sería divertido.
 
Miro a mi alrededor unos instantes, Jimmy tampoco pulula por aquí. Si no me equivoco hace rato le mandaron a cubrir algo… ¿¡Sin mí!? ¡Quiero tirarme de un puente por favor! Llamo a una de las chicas a las cuales le estoy corrigiendo el artículo y le pido un café cortado que esté bien cargado. Nerviosamente, la chica acata mis órdenes y se va corriendo. Me da penita, pero una tiene que saber imponerse. La pobrecita va a querer que la trague la tierra cuando comenté su artículo. Hay que poner en vereda a los nuevos desde el principio: no quiero ser una dictadora ni nada por el estilo, pero no puedes ir de buenaza y soltarles “Eh, tu artículo no está nada mal, solo tienes que pulir unos detalles y será perfecto” ¡WRONG! Error, hay que meterles caña, que sean ambiciosos, que quieran conseguir más. A mí me lo hicieron y aquí sigo.
 
Pasa un rato y la chiquilla no aparece. Agito el lápiz nerviosamente, lo muerdo mientras me fijo en una de las frases del artículo de otro becario. Noto unos pasos detrás de mi.

- Ya era hora, con esa parsimonia no vas a llegar a ninguna parte – no me molesto en mirarla hasta que oigo una voz que no pertenece a la vivaracha chica en prácticas. Sin embargo la voz es familiar para mí, fácilmente reconocible, puesto que pase un año entero a su lado y sigo escuchándola a menudo por teléfono, a veces por videollamadas. Sonrío para mí misma y giro mi silla – Vaya, vaya, vaya, ¿pero a quién tenemos aquí? Es la señorita West en persona y recién llegada de Central City – me levanto sin perder la sonrisa dulce y le doy un fuerte abrazo y dos besos - ¿Pero qué diantres haces aquí? Aunque no me quejo, ya era hora de que me hicieses una visita.

Me alegraba tanto de verla al fin, después de tanto tiempo. Digan lo que digan de las videoconferencias y demás no hay nada como tener a los buenos amigos delante de ti, en carne y hueso. Me aparte de ella, sonriéndola y me coloqué el pelo mientras escuchaba sus palabras. Solté una carcajada que retumbó por toda la planta donde nos encontrábamos.

- ¡Yo no me meto en fregados! Solo investigo, nada más – le saqué la lengua burlonamente, seguramente aquello haría que perdiese el respeto delante de mis jóvenes aprendices, así que les lancé una mirada asesina, no podían andarse con chiquitas, que yo de buenas soy muy buenas, pero de malas…

Lo cierto es que, muchas veces, me meto donde no me llaman, pero ahí está la gracia de una reportera. Hay que hacer ciertas cosas, mojarse, como se diría coloquialmente, así se consiguen buenos artículos.
- Yo también te he echado de menos Iris, y después de todo lo que ha pasado yo… - suspiré. El divorcio con Clark había sido de mutuo acuerdo y teníamos una relación más que cordial, pero en parte, había supuesto un shock para mí. Ahora volvía a ser soltera. – bah, bah, yo soy muy blanda con ellos – me giré hacía toda la troupe – Ya me echareis de menos, ya… y diréis: ¡Qué razón tenía la señorita Lane! Por cierto, chicos, esta es la señorita Iris West y como veis ha llegado lejos gracias a mí, porque es una de las grandes reporteras de este país. Si queréis ser como ella ya sabéis: hacerme caso y trabajar mucho y duro… - sonreí y le dirigí una mirada cómplice a mi amiga –  Y ahora, voy a ser benevolente y os dejo que sigáis haciendo lo que tengáis que hacer, que el deber me llama – cogí del brazo a Iris y salimos en dirección al ascensor, yo intentando aguantar la risa, apretando los labios.

- Siento haberte utilizado de ejemplo de fiel vasalla, pues apenas escuchaste mis consejos un año y tú ya sabias de que iba este rollo, pero quiero que aprendan que haciendo caso de los grandes, se volverán ellos también así – llamé al ascensor pulsando el botón de descenso – Un café, ¿no? ¿O ya no te gusta? – una de mis dejas se arqueo. Iris y yo éramos auténticas adictas al brebaje de color oscuro, pero como las cosas habían cambiado tanto en los últimos años… ¿qué podía saber yo?