La cara oscura de la moneda (Harvey Dent)

Medio rostro sumido en la oscuridad del coche, un coche que avanza por las oscuras y silenciosas calles de Gotham. Voy detrás, con los cristales reforzados y tintados, no quiero sorpresas de lunáticos vestidos de murciélago, delante de mí veo un cristal que me refleja, el conductor está detrás de ese cristal llevándome a mi destino.

Me observo en el cristal, solo veo mi lado derecho, mi lado que las personas comunes llamarían normal, yo pienso que mis dos rostros son normales, en mi mano izquierda noto un pequeño trozo de metal, redondo, con el que juego dándole vueltas, un lado está más áspero que el otro, esbozo una maléfica sonrisa.
Mi mirada se aparta del cristal para observar la calle, una chica joven, bastante atractiva, camina sola por la calle, el pedazo redondo de metal que tengo en la mano izquierda es lanzado al aire y cuándo cae lo hace encima de la mano izquierda y observo el lado que sale, sale cara, entonces aprieto un botón que tengo a mi derecho y me dirijo al conductor:

- La chica que hay a la derecha, ponte a su velocidad.

El conductor no dice nada, simplemente obedece, cuándo cumple su cometido bajo la ventanilla apretando un botón y sin apartar la mirada del frente dejando ver solo la mitad de mi rostro le hablo a la joven:

- Esta no es una ciudad para caminar sola por la calle de noche, hay personas raras por aquí.

El coche se para, abro la puerta guardando mi moneda en el bolsillo izquierdo de mi especial traje, salgo del coche y la luz de las farolas enfoca mi rostro en todo su esplendor.

- Seguro que no eres de por aquí, ¿De dónde eres?

Deslizo mi mano hasta mi bolsillo izquierdo hasta entrar en contacto con la moneda mientras jugueteo con ella en el bolsillo, deslizo mi otra mano hasta el otro bolsillo y noto la fría culata de una pistola.

Apenas pasan coches, por no decir que ninguno. Por eso, cuando un vehículo me pasa me resulta extraño, aunque después parece aminorar la velocidad. Frunzo el ceño y mantengo el rostro fijo en el frente, pero miro de reojo hacia el coche. Sí, esto es lo que yo pensaba, la ventanilla del asiento de atrás se ha bajado y giro la cabeza para ver a un hombre de unos ventilargos años. No soy buena poniendo edades, y menos viéndole de perfil. Lo que me dice es obvio, pero no me queda otro remedio.

―Como en todas partes, señor, pero no tengo la culpa de que mi jefe sea un cabrón. ―no sé por qué me detengo cuando el coche lo hace. Retrocedo un poco cuando la puerta de atrás se abre, esto no me da buena espina. Mi rostro muestra un gran asombro de forma inevitable cuando veo el suyo. Tiene... medio lado desintegrado. Quito esa expresión enseguida porque no creo que eso le haga gracia. Es admirable que no cubra esa parte de su cara. Es... aterrador, pero, como se suele decir, peores cosas se han visto.

Miro hacia abajo moviendo solamente los ojos cuando veo que lleva las manos a los bolsillos. Vuelvo a mirarle a la cara, estoy algo nerviosa, por lo general suelo desconfiar de los desconocidos, y ahora no es una excepción.

―No, no soy de por aquí. Pero sé cuidar de mí misma, no se preocupe. ―le digo, algo más tranquila. Ahora eso que me ha sorprendido ya no me resulta tan aterrador, me he acostumbrado rápido.

La chica parece asustarse por un momento cuándo me ve totalmente, no se si culparla o no pero antes de sacar la moneda y decidir que hacer veo que se recompone e intenta hacerme creer que ya no le impresiona mi aspecto y cuándo me habla ya no suena asustada, así que dejo mis manos acariciando la moneda y la empuñadura de la pistola y la contesto con un tono tranquilo pero ciertamente amenazador:

- Se nota que no eres de por aquí, te cuento... - me voy acercando poco a poco hacia ella mientras hablo- en esta ciudad hay dos tipos de criminales, las mafias comunes y corrientes que compran a jueces, jurados, comisarios y testigos y que lo máximo que pueden llegar a hacer es esto- saco la mano donde tengo la pistola y le indico mi cara desfigurada.- por otra parte, están los que se visten de noche de murciélago y se hacen llamar héroes atrapando a los criminales. - Me sitúo justo enfrente de ella.- En esta ciudad pocos pueden cuidar de si mismos.

Sin apartar la mirada de ella saco lentamente mi mano del bolsillo y muestro mi moneda de plata, no le digo nada, simplemente la lanzo al aire y dejo que caiga sobre mi otra mano, la cara brillante reluce con las farolas.

- Tienes suerte. Me gustan las personas con suerte.

Le digo con un tono mas amigable que mi tono anterior mientras sigo pensando que hacer con esta mujer, puede serme útil para algo.

No me gusta nada el tono que usa este tipo al hablar. ¿Quién será? Parece distinguido por cómo va vestido pero... es muy raro. Se está acercando a mí y eso me está poniendo muy nerviosa. Joder, estoy por salir corriendo de aquí. ¿En serio tiene que acercarse a mí? Por el momento me quedo quieta y escucho lo que me está diciendo. En bonita ciudad me vino a meter mi madre, si mi tía no se hubiese quedado a vivir aquí... ella estaría viva. Siento un escalofrío cuando señala su rostro diciendo que eso se lo ha hecho el tipo de personas que ha nombrado antes. Sabía que esta ciudad era demasiado tétrica, pero no que estaba tan corrupta.

Ahora frunzo el ceño cuando dice que hay criminales que se visten de murciélago por la noche y que se hacen llamar héroes. ¿De qué demonios habla? ¿Quién es este tío? Me estoy frustrando y comienzo a sentirme intimidada. Retrocedo unos cuantos pasos para estar a más distancia. Mi ceño se frunce más cuando saca una ¿Moneda? ¿Ha sacado una moneda del bolsillo? Al parecer sí. La ha lanzado al aire como quien juega a cara o cruz. ¿Pero qué...? Qué mal rollo me está dando todo esto.

―¿De qué está hablando? ¿Quién es usted? ―de verdad me da mal rollo este hombre por cómo me ha contado lo de los criminales, si me pongo a pensar en ello suena escalofriante.

A la mujer parece asustarle mis comentarios, por lo tanto agarro fuertemente el arma de mi bolsillo preparada para sacarla en cualquier momento, me pregunta quien soy, vuelvo a soltar el arma y agarro otra vez la moneda, la vuelvo a lanzar y esta vez sale el lado marcado, mi expresión se vuelve cruel y enfadada y mi voz amenazadora de nuevo:

- Hablo de que esta ciudad está tan corrompida que los criminales comunes ya no tienen suficiente con sacar tajada de todos los sectores económicos de esta ciudad que se dedican a ponerse mallas y a hacer creer a la gente que son los buenos, por cierto, yo soy el portador de la justicia de Gotham, la gente me llama Dos Caras.

Parece que poco a poco la mujer se desconcierta mas, no la culpo, mis cambios de actitud pueden chocar a alguien que no esté acostumbrado, yo simplemente lo veo justo. De repente tengo la necesidad de lanzar la moneda de nuevo y la cara limpia asoma esta vez, mi cara se vuelve más serena y tranquila y mi voz más amigable:

- Oh, perdón, dónde están mis modales, ¿puedo saber tu nombre? Soy Harvey Dent.

Le ofrezco mi mano derecha, aquella que ha estado tocando hasta ahora la fría arma de mi bolsillo, para estrecharla con ella.

¿Qué le pasa a este tío con la moneda? ¿Sigue jugando a cara o cruz? Porque me gustaría saber la razón. Algo me dice que no es más que un lunático del que debería alejarme cuanto antes. No me gusta nada la forma en que me mira, me da miedo, aunque intento no demostrarlo porque no quiero que se sienta incómodo pensando que es por su... problema facial. Vale, me ha descolocado por completo, ¿Qué él es el portador de la justicia de Gotham? Pues... no lo parece. Oh, Dos Caras, ¿Es alguna clase de broma? ¿Eso no le molesta? Respiro hondo cuando vuelve a lanzar la moneda ¡¿Por qué hace eso?!

Y ahora finalmente dice cómo se llama... en realidad. Harvey Dent, Harvey Dent... no, no me suena ese nombre. Mierda, me está ofreciendo su mano ¿Debo confiar en él después de sus cambios de actitud? A lo mejor sólo se ha enfadado porque me he asustado al verle... a lo mejor yo también reaccionaría así en su lugar. ¿Pero por qué demonios lanza tanto la moneda? ¿Qué pasa con ella? Respiro hondo de nuevo, ya le preguntaré por ello.

―Yo soy... Maiwen Johnson. ―me presento finalmente, estrechando su mano. Espero no arrepentirme de confiar en él, aunque aún no lo hago por completo.

Un ligero tartamudeo, probablemente provocado por un nerviosismo suena en la voz de la mujer a la que ahora puedo identificar como Maiwen Johnson. Estrecha mi mano y yo la sacudo ligeramente unas dos o tres veces para luego soltarla tranquilamente, puede que ella esté asustada o nerviosa, pero yo estoy tranquilo.

Vuelvo a encerrar mis dedos alrededor de la moneda, esta vez procuro que Maiwen pueda ver bien las dos caras, después la lanzo al aire, un silencio molestado por el ligero zumbido de la moneda girando, cae encima de mi mano izquierda y observo el resultado del desempate, el lado liso vuelve a asomar en la moneda, por lo que sigo hablándole con un inquietantemente agradable tono cordial.

- Encantado Maiwen Johnson, no tengo un destino ahora mismo, te acompaño a tu casa, las calles de Gotham son peligrosas de noche, te puedes encontrar con alguien peligroso.

Me aparto de la entrada del coche mientras me inclino y alargo mis brazos con una clara intención de invitarla a entrar en mi coche.

El hombre, ahora conocido como Harvey Dent, sacude mi mano para consolidar el estrechamiento cordial de saludo. Frunzo el ceño, otra vez con la monedita. ¡¿Qué coño hace?! Joder, este tío es raro. Veo que la moneda tiene un lado normal y otro como desgastado. A ver, media cara dañada, una moneda de dos caras, le llaman Dos Caras. Esta situación es rallante a más no poder. Debería irme. He visto que, al lanzar la moneda, ha salido el lado intacto de la moneda. En serio ¿Por qué hace eso? ¿Es una manía que tiene y lo hace porque sí o es que lleva decidiendo sus respuestas según el azar?

Ahora quiere acompañarme a casa. Venga, hombre, ¿En serio quiere que me suba a su coche después de todo lo que me ha dicho y de que mis padres son los típicos que siempre te están diciendo “nunca te vayas con un desconocido” o “no hables con desconocidos”? Me da pena pensar que tal vez el hombre sólo quiere ayudarme y, a pesar de ser una desconocida en esta ciudad de locos, ha confiado en mí, y que yo probablemente me sienta influenciada porque su rostro da un poco de miedo. ¿Pero y si en realidad es otro loco más de esta ciudad, una de esas personas peligrosas de las que está intentando advertirme? Soy hija de una policía y no sería el primer criminal que habla de sí mismo en tercera persona.

―¿Y si usted es una de esas personas tan peligrosas? ―le digo con cautela. ―No se preocupe por mí, señor Dent, sé cuidarme sola. Puedo volver a casa andando.

Rechaza mi oferta y eso produce en mí un sentimiento de enfado y decepción que apenas transmito a Maiwen, me acusa de ser una de esas personas peligrosas, parte de mí se ríe pero también se decepciona, yo nunca he querido esta vida pero siempre la he querido.

Sin decirle nada vuelvo a alcanzar la moneda reluciente para lanzarla al aire y dejar que caiga en la cara que vea más oportuna, una cruel expresión se forma de golpe cuándo veo que el lado marcado está boca arriba. Esta vez me llevo la mano derecha hacia el lugar donde tengo escondida la pistola, acaricio la empuñadura durante unos segundos sin apartar la mirada de Maiwen, una mirada fría distinta a la que he tenido hasta ahora y con la mano izquierda apretando fuertemente mi moneda.

Agarro la pistola y la voy mostrándosela a Maiwen poco a poco, sacándola del bolsillo lentamente hasta que está completamente fuera para agarrarla fuertemente y dirigir el cañón hacia el pecho de Maiwen.

- Verás Maiwen, yo no soy peligroso, simplemente soy un caballero, es más, antes me apodaban el caballero blanco de Gotham y busco curar a Gotham de la injusticia mediante un método mas justo.- La mano que hasta ahora rodeaba la moneda se abre hasta mostrársela a Maiwen.- el azar. Pareces lista y educada en unos valores interesantes así que ¿te parece si subes tranquilamente al coche y hablamos de negocios?

No sé por qué me he quedado parada cuando le he dicho lo último, debí irme. Y corriendo. Antes de que lanzara esa moneda de nuevo, parece que según el lado que salga... hace una cosa u otra. No ha dicho nada desde que le dije que volvería a casa a sola, y eso, por alguna razón, me inquieta. ¿Se habrá enfadado? Joder, yo no quería que se enfadara, y tampoco quería que pensara que he dicho eso por algún prejuicio con su aspecto físico.

No me gusta la expresión que ha adquirido su rostro. Procuro no inquietarme demasiado, a lo mejor esta mala sensación sólo son cosas mías. Se ha llevado la mano libre al bolsillo otra vez. Esto me da muy mala espina. Su mano izquierda aprieta la moneda, ¿No se hará daño? Parece que se la clavará en cualquier momento. Mierda. Ha sacado una pistola, y a pesar de la lentitud no me ha dado tiempo a reaccionar. Me está apuntando al pecho, ahora mismo no creo que sea buena idea intentar desarmarle.

Tranquila, Maiwen, tranquila. ―pienso. Seguro que mi rostro muestra algo de miedo, pero intento mantenerme serena, al menos exteriormente. Frunzo el ceño, menudo cabrón, se hace el amable caballero y ahora me apunta con una pistola. Ya me he metido en líos.

―Está bien. ―digo con un tono monótono, por no mostrar mi mala leche. Le esquivo lentamente y me subo, me arrastro hacia el lado más alejado de la puerta por la que me he subido y me pongo el cinturón de seguridad. Estoy muy nerviosa, miro al frente.

La sigo con la pistola mientras sube al coche y subo después de ella, sin dejar de soltar el arma cierro la puerta con la otra mano, la mano donde también aguarda mi moneda. Me siento en mi lugar y doy dos golpes al cristal que tengo delante con la culata de la pistola, dos segundos después se oye el rugido del motor en marcha y un ligero zarandeo se produce cuándo el coche se empieza a desplazar. Durante un par de minutos simplemente miro a Maiwen fijamente, con una mirada seria. Parece valiente y eso nos gusta, es una cualidad que me gusta totalmente ya que dice mucho de la persona... pero también da una excusa para meterle un tiro entre los dos ojos, la valentía es una cualidad arrogante.

- Maiwen, cuéntame un poco de ti, si no eres de aquí, ¿de donde eres? - He vuelto a recuperar el tono cordial. - No tengas miedo, si tienes suerte no tiene por qué pasarte nada malo.

Sólo le miro de reojo de vez en cuando. Si ya de por sí odio a los criminales, que me obliguen a hacer algo, y sobre todo algo como esto, me revienta. Cuando se sube al coche y se sienta aún me está apuntando con el arma. Miro el cristal que tenemos delante cuando Harvey lo golpea con la pistola. El coche empieza a moverse. Joder, estoy muy nerviosa, este tío está pirado, no estoy nada segura con él. Encima de haber venido con él todavía corro el riesgo de morir, ¡Mi vida depende de una estúpida moneda! Me estoy cagando en todo. Estoy tan enfadada que no sé si ese sentimiento es más fuerte que los nervios y el miedo, porque sí, también estoy asustada, aunque trate de mantenerme serena por fuera.

―Soy canadiense. ―respondo con un tono de enfado contenido y sin mirarlo aún. ¿Qué quiere este tío de mí? ¿Sólo hacerme pasar un mal rato? Porque dice que no tenga miedo, ¿Pero cómo no tendré miedo cuando tiene un arma y toma sus decisiones a partir de una maldita moneda? Joder, si mi madre supiera... sé que aún tengo el móvil en la mochila, que reposa ahora sobre mis piernas, ¿Y si me llama mi madre ahora por cualquier cosa? Espero que no, no quiero más problemas ni que el tío este vuelva a pasar de la amabilidad al enfado en un pestañeo. Le miro de nuevo directamente, por este lado veo mejor su lado dañado que el sano. ―¿Qué es lo que quiere de mí?

Canadiense, nuestros vecinos del norte, la verdad es que no parece canadiense de verdad, observo que no quiere mirarme, en parte no la culpo, por otra quiero hacer que sufra y que desee no haber nacido nunca, finalmente me mira, mi expresión es sería, aunque le hable cordialmente siempre he mantenido una misma expresión, suelto una pequeña sonrisa cuándo me habla, quiero dos cosas de ella, y ambas cosas son contradictorias, por una parte quiero sacar beneficio de su secuestro, me puede ser útil en un futuro, pero por otra solo quiero matarla con mis propias manos.

- Verás Maiwen, soy un hombre que quiere muchas cosas, ansío la justicia, pero para lograrla necesito fondos, pero también... - Empiezo a sonar más cruel y amenazador y olvido el tono cordial. - quiero ver sufrir a Gotham, matar a todos con mis propias manos y podría empezar por ti. - La amenazo mientras mis ojos fijan su mirada en ella, de golpe, vuelvo al tono cordial de antes - Pero eso no sería justo, y la justicia está por encima de todo.

La oscuridad del coche no deja que la vea al 100%, veo trozos de ella, sin apartar la mirada cojo mi moneda de plata y la lanzo al aire, mis ojos se calman cuándo ven la cara. No bajo el arma pero por lo menos ahora no la apunto rígidamente con ella, la zarandeo un poco mientras hablo:

- Maiwen, mi organización no es todo lo grande que me gustaría que fuera y me falta personal, puede que haya una vacante para ti, aunque los que me dicen que no sufren pequeños... contratiempos.

Le advierto mientras mi rostro desfigurado dibuja una ligera sonrisa casi imperceptible por el estado actual de mi piel.

Odio a este tío. Aparte de todo lo que ha hecho, me dan mal rollo sus constantes cambios de humor. ¡Que deje de hacer eso, joder! Cada vez me estoy cabreando más y, por lo tanto, cada vez tengo que hacer más esfuerzos por ocultar dicho sentimiento. No me ha hecho gracia el gesto que ha mostrado, ¿Se lo está pasando bien? ¡Pues yo no! Mierda, no sé qué hacer. ¿Si me arrojo del coche en marcha sobreviviré? Vale, veamos las posibilidades. Primero, puedo sobrevivir. Segundo, podría arrollarme un coche mientras caigo a la carretera. Tercero, puedo sobrevivir al caer a la carretera, pero estos cabrones pueden aprovechar para pasarme por encima con el coche o Dent puede bajarse del coche y pegarme un tiro, aunque eche a correr.

No tengo escapatoria. No me queda otro remedio que dejar... que desear... que la suerte esté de mi parte. Ahora me está contando lo que quiere, sus planes, o, mejor dicho, sus deseos. Y, para ser sincera, no me gusta nada lo que escucho. Su tono vuelve a cambiar y le hace ver más amenazador. Cuando dice que podría empezar por mí en cuanto a matar gente siento un escalofrío, pero sigo sin mirarle. Sé que vuelve a lanzar moneda. No me gusta cómo oscila la pistola que empuña este tipo, se le puede escapar un disparo y dejarme maltrecha. ¿En serio? ¿Acabo de llegar y voy a morir? Hasta mucho duró aquí la tía Lana entonces.

¡Me está ofreciendo unirme a él, o trabajar para él! O algo así. Ni hablar. Siento que voy a explotar en cualquier momento. Le miro, finalmente, con los labios apretados y el ceño fruncido, este tiembla un poco porque intento relajarlo. Es escalofriante verle sonriendo, pero porque sé que no está bien de la cabeza. Niego con la cabeza, frustrada.

―No me interesa su oferta, gracias. ―le digo lo más amablemente que puedo en este estado. Ahora estoy más asustada, pero, como llevo haciendo todo el rato, intento ocultarlo.

Su negativa con la cabeza y su respuesta a mi propuesta provoca una gran mueca de rabia en mis rostros y empieza una lucha interna en mi interior, entre mi yo fiscal del distrito y mi yo criminal, entre Harvey Dent y Dos Caras. Dos Caras quiere arrancarle la cara y pegarle un par de tiros a Maiwen, en cambio Harvey no, quiere dejarla en paz o por lo menos intentar convencerla.

Alzo la moneda con dos dedos y se la enseño a Maiwen, mi mano tiembla ligeramente, tanto esta como la que sostiene el arma, ahora corro el riesgo de que se dispare accidentalmente, y eso me agradaría y me disgustaría. Tiembla como si luchara contra si misma, finalmente se estabiliza y tras mostrársela a nuestro rehén un rápido movimiento de dedos la envía al aire, da unas cuántas vueltas y desciende rápidamente, posándose sobre mi mano izquierda, observo atentamente el resultado del azar, la cara gana y una expresión serena remplaza rápidamente la rabia, dentro de mí un Dos caras derrotado y un Harvey Dent triunfante.

- Algo grande está a punto de pasar, y has de estar en el lado correcto cuándo pase, porque no sería justo cambiarse de barco cuándo empezase todo.

Un tono cordial es el que expreso cuándo la hablo, mientras mis manos se relajan pero el arma la sigue apuntando, la moneda vuelve a guardarse segura en mi puño, apretándola fuertemente.

Ahora sí que tengo miedo. Me pego un poco a la puerta, como si así fuese a estar mejor protegida de él que a unos pocos centímetros más cerca, como estaba hace apenas unos segundos. No es que lo piense, simplemente ha sido un acto reflejo porque el hombre ha empezado a temblar y su expresión me aterra, no sé si porque se ve notablemente que está loco o por la mitad dañada de su rostro. Ahora estamos temblando los dos, él de ira y yo de miedo. Sí, he sido muy valiente hasta ahora pero joder, yo no quiero morir, además, soy joven... aún quiero hacer muchas cosas y quiero volver a ver a papá... vale, intentemos calmarnos.

No puedo. ¡No puedo calmarme cuando vuelve a mostrarme esa endemoniada moneda! Como se le vaya de las manos eso de temblar me va a pegar un tiro, y a saber dónde. La moneda vuela y el tiempo que tarda en caer me parece una eternidad. Nunca pensé que algo así podría pasarme. Respiro hondo cuando sale la cara de la moneda, pero mi respiración también sufre los efectos de mis nervios y tiembla un poco. Algo grande está a punto de pasar según Harvey Dent, me pregunto de qué está hablando, sea lo que sea, no se trata de algo bueno. Respiro hondo de nuevo, quiero sonar segura pero aún así se me va un poco la voz.

―Señor Dent... yo ya tengo un bando, no me importa si no es el correcto según su criterio. Y también tengo un trabajo, no necesito otro. ―le hablo lo más suavemente posible, ya ni recuerdo que estaba enfadada. ―Por favor, déjeme bajar... ya ni siquiera sé dónde estamos...

Ella se aleja de mí, mi interior sigue luchando para no atacarla allí mismo pero la moneda manda, y dice que de momento he de ser cordial, Dos Caras se encoge en mi interior, su voz suena entrecortada y eso me provoca lástima y risa, ahora dejaré que la moneda actúe para desempatar, me pide que la deje bajar, tanto Harvey como Dos Caras estamos de acuerdo en que eso no puede pasar por ahora, ambos la necesitamos.

Mi mano izquierda, enrojecida ya por la fuerza con la que agarro mi moneda, se abre de nuevo para que yo, con el mismo movimiento que hace unos segundos atrás, la lance al aire y la desprenda de mí durante unos segundos, poca gente sabe que estos instantes son en los que estoy más vulnerable porque me quedo absorto mirando su trayectoria, mas vulnerable porque me pueden atacar y yo solo pensaría en recuperar mi moneda, pero por suerte ella no lo sabe.

- Cállate de una maldita vez estúpida mujer, ahora tener dos trabajos es lo mas normal de mundo, si quieres te ayudo a bajar pero estamparé tu cabeza contra el asfalto de la carretera para luego pegarle dos tiros.

Mi tono criminal y cruel, consecuencia de la cara marcada de la moneda, provoca que Harvey Dent pelee en mi interior. “Esto no está bien, yo no soy así “ “No, claro que no idiota, ese soy yo, una versión mejorada de ti”. Exteriormente me limito a apretar el puño de la moneda de nuevo y a apuntar a su cabeza con el cañón de mi pistola mientras preparo la bala de la recamara accionando el martillo lo que se traduce en el característico sonido de cuándo una bala está preparada para ser disparada.

- En algo te pareces a la ciudad, ella ya no sabe ni siquiera donde está, está tan destrozada, tan corrupta, que ha perdido la cabeza, yo quiero hacer justicia.

Sin darme cuenta estoy pegada a la puerta del coche, decir que estoy asustada es poco. Nunca me he visto envuelta en una situación como esta, mi madre no nos metió a mi padre y a mí en ninguna ocasión en alguno de sus problemas, esos relacionados con su trabajo, nunca nadie intentó hacernos daño para vengarse de ella, nunca me apuntaron con un arma, nunca mi vida dependió de algo como esto, de una moneda. Cada vez que la lanza siento que el tiempo se ralentiza, y es una sensación un tanto desagradable, y extraña, porque una moneda no tarda nada en caer.

Doy un respingo casi imperceptible cuando me manda a callar de forma tan brusca y desagradable. Siento un horrendo escalofrío que me recorre el cuerpo de arriba abajo al escuchar esa amenaza. Joder ¿Qué posibilidades tengo que intentar quitarle el arma y salir ilesa? Si bien es cierto que a veces soy muy bruta, él es un hombre que parece bastante más mayor que yo y seguro que tiene más fuerza. No sé qué hacer. Podría decirle que acepto su oferta y luego largarme y no volver a verle nunca más, pero tal vez me seguiría o averiguaría dónde vivo.

Retrocedo más, o al menos lo intento, porque no puedo atravesar la puerta, por desgracia. Me está apuntando a la cabeza y ha cargado el arma, me va a matar, sólo me está dando el discurso final. Estoy sudando. Cierro los ojos con fuerza y siento unas irremediables ganas de cubrirme la cabeza con ambos brazos o con las manos, pero seguramente quedaría ridícula y, de todos modos, eso no impedirá que una bala me mate.

―Yo no he hecho nada malo, y estoy de parte de la justicia. ―me tiembla la voz. ―Ni siquiera quería estar en esta ciudad, sólo vine porque me obligaron...

Se aparta lo máximo que puede de mí y cierra fuertemente los ojos, cree que va a morir, me gusta mucho que me tema, es lo justo, y no soy compasivo, haré que sufra, que me suplique la muerte entre lágrimas y sollozos para luego seguir torturándola más y más hasta que se someta a la voluntad de la justicia del azar. También soy Harvey Dent que, en cambio, veo esto una crueldad y no me gusta ver sufrir a inocentes pero la necesito, necesito un apoyo de cordura para deshacerme de Dos Caras aunque tampoco quiero que esté aterrada, ahora si que me planteo seriamente lo de dejarla libre.

Otro empate más, ambos queremos hacer lo que tenemos planeado pero eso choca fuertemente con los intereses del otro, por eso dejamos decidir otra vez a la moneda, por eso la lanzamos al aire, por eso observo que el lado marcado vuelve a aparecer.

- Si estás de parte de la justicia estás de mi parte, y los que están de mi parte no son partidos por la mitad ni descuartizados y mucho menos se los dan a comer a los perros, los que me apoyan consiguen el poder de la verdad justicia. - Sin motivo aparente Harvey Dent toma el control de mí y vuelve la voz serena y razonable - ¿Te obligaron a venir a una ciudad tan corrupta como Gotham? Vaya, quien te envió aquí no te tiene mucho aprecio... -Vuelvo a cambiar mi tono de voz y mi expresión se convierte en una cruel y desagradable- ...así que te puedo torturar y nadie sentirá lástima por ti. Sería tan fácil apretar el gatillo ahora mismo. - Me acerco poco a poco hacia ella mientras llevo el arma hasta que toca el pelo de Maiwen y su sien derecha entra en contacto con el cañón del arma, mi voz suena terroríficamente tranquila, con una tranquilidad poco propia de esta personalidad que solo surge cuándo disfruta cruelmente del momento- Tan fácil...

Miro su expresión y me inunda una gran crueldad que eclipsa la pena que siente Harvey, Dos Caras está al mando y esto es peligroso para la pobre Mai, demasiado peligroso.

Ya ni siquiera sé qué está haciendo porque sigo con los ojos cerrados a la espera de oír un disparo y morir, aunque tal vez ni siquiera mi cerebro tenga tiempo de asimilar el ruido antes de ser atravesado por una bala. ¿Por qué? ¿Por qué tiene que pasarme esto precisamente a mí? Vale que estuviese andando sola por la calle durante la noche, ¡Pero no es culpa mía! ¡Fue culpa del cabrón de mi jefe! Joder, cuando pienso que por su maldita tiranía estoy ahora en esta situación. ¿Él es un capullo y yo soy la que va a morir? La vida es muy injusta, y dudo mucho que el tipo que tengo al lado tenga un sentido correcto de lo que es la justicia. ¿Qué tiene de justo secuestrar a una chica que sólo paseaba por la calle y dejar a una moneda la decisión de matarla? ¡Yo no he hecho nada malo! Me he metido en peleas, pero nunca fue por mi culpa.

La muerte no llega, y, sin embargo, él continúa hablando de forma que me intimida. Abro los ojos pero sigue apuntándome con su arma, por lo que veo que aún sigue con la idea de matarme. Acto seguido habla de forma distinta, parece que ahora habla su otra personalidad, la “amable”, diciendo que quien me obligó a venir no me tiene mucho aprecio. Eso no es cierto, estoy enfadada con Judy pero sé que ella me quiere aunque no haya obrado de la forma más correcta. ¿Cuándo durará la amabilidad de este hombre? Casi no me da tiempo a pensar en ello, pues vuelve a hablarme amenazadoramente. Me estremezco, ¿Torturarme? ¿Por qué? No logro comprenderlo, ¿Por qué quiere hacer eso?

Veo cómo se acerca a mí y mi respiración se vuelve más agitada, mi mirada muestra el terror que siento y bajo la cabeza un poco cuando siento el frío mortal del arma, estoy a punto de entrar en histeria, no quiero morir, no me había dado cuenta de lo mucho que quiero vivir hasta ahora.

―Eso... eso no es verdad. ―jadeo sin moverme. ―Todos cometemos errores, ella me quiere, y si me haces daño ella te lo devolverá multiplicado por dos. ―le digo, ni siquiera le miro, tengo la vista fija en el tapizado. Conozco a mi madre, si vino aquí a vengar la muerte de la tía Lana, por mí haría lo mismo.

Su voz jadeante solo desarrolla lástima por parte de Harvey quien sigue oculto a la espera de que la moneda desempate a su favor para acabar con esta locura, sigue esperando observando aterrado como Dos Caras controla su cuerpo y tortura a la joven Mai. La palabra DOS llama la atención de ambas personalidades, solo se ha escuchado esa palabra, el resto de la frase se diluye en mi mente apartándose para dejar paso al número dos aunque su frase causa cierta risa en mí. Simplemente se dibuja una pequeña sonrisa.

Se acabó, veamos si la justicia cree que será una buena aliada a mi lado o que necesita quitarla de en medio para el avance de mis planes, un 50/50, un todo o nada, la vida o la muerte. Lentamente vuelvo a mostrar la moneda a Mai con una expresión fría, sin expresar emoción alguna, ahora mismo estoy empatado, no sé que expresar, o lástima o crueldad, se la muestro como si del inicio de un truco de magia se tratara, muestro el objeto aparentemente normal, ahora realizo el truco lanzándola al aire y dejando que caiga en la palma de mi mano, bajo mi mirada para ver el resultado y ver a favor de quien desempata esta vez la moneda.

- Pues quien quiera que sea ella tendrá que vengarse después de recoger tus trozos de todo Gotham, se acabó la charla, te hago un favor, no seria justo que sufrieras por los locos que hay en esta ciudad.

Mi voz sigue sonando cruel y terroríficamente tranquila, como si disfrutara tanto este momento que no quiere que un sonido alto lo destroce, por lo menos de momento. Deslizo ligeramente mi dedo hacia el gatillo y me dispongo a apretarlo lentamente, aunque primero lo acaricio con el dedo índice antes de empezar a apretarlo fuertemente para que la bala salga disparada del cargador y atraviese la sien de Maiwen. Saboreando estos crueles momentos hay una mentalidad, la otra compadece y siente una tremenda lástima por Mai, pero la justicia es la justicia.

Alzo la mirada y la cabeza de nuevo cuando vuelve a enseñarme la moneda. Joder ¿Cómo puedo tenerle tanto miedo a un objeto que es, supuestamente, tan inofensivo como una maldita moneda? Ah, claro, porque un cabrón decide si ser malo o bueno según el lado que salga. ¿Pero cómo puede estar tan chalado? Es increíble, y pensar que mi madre lleva años expuesta a esto. Recuerdo lo preocupada que me sentí cuando estuvo ingresada en el hospital por una bala, no me moví de su lado hasta que estuvo bien, lo pasé muy mal. Siento ganas de llorar sólo de imaginarme que me va a pasar casi lo mismo, pero que yo no voy a sobrevivir. No quiero morir, quiero vivir, tener experiencias que aún no he vivido, no quiero que mis padres sufran por mi culpa.

Estoy perdida. Ha salido ese lado otra vez, el lado oscuro de la moneda, la representación de la mala suerte causada por el azar. Voy a morir. Su amenaza... me pone los pelos de punta. No puedo ni quiero imaginarme a mi madre recogiendo partes de mi cuerpo... joder, ni siquiera quiero imaginarme que me vayan a descuartizar, aunque para entonces ya esté muerta. Miedo, enfado. Terror, ira. Pánico, furia. Mis emociones aumentan a la velocidad de la luz y se entremezclan de una forma desagradable y casi dolorosa. He vuelto a bajar la cabeza y a cerrar los ojos con fuerza, no quiero que lo último que vea sea mi sangre salpicando contra el cristal, si es que de verdad alcanzo a verlo... pero también me ha enfadado lo que me ha dicho. ¿Un favor? ¿En serio? ¡Oh, no sería justo sufrir por culpa de los locos, como tú, que hay en esta ciudad! Pues eso lo decido yo, y no él.

Casi puedo oír como ejerce fuerza sobre el gatillo. Yo ya me estoy desabrochando el cinturón disimuladamente. No espero más en cuanto este se suelta. Rápidamente me giro un poco hacia Harvey y agarro su muñeca, moviéndola hacia arriba y provocando que la pistola se dispare. No pierdo el tiempo en mirar si ha hecho un agujero en el techo ni en nada más, porque cuando el disparo suena yo ya estoy cogiendo mi mochila con una mano y abriendo la puerta con la otra. Esto va a dolerme, pero mejor sufrir durante un momento que perder la vida, sólo espero que, como antes, siga la carretera desierta, no quiero salvarme de un tiro en la cabeza que podría ser indoloro para ser arrollada por un coche y morir rabiando de dolor.

Salto. Joder, he saltado y rodado. Creo que me he hecho algún rasguño pero eso me da igual. Adolorida por la caída contra el asfalto me levanto lo más rápido que puedo y echo a correr. Me subo a la acerca cargándome la mochila al hombro y me cuelo por una calle trasversal, al menos así, si intenta seguirme, no podrá hacerlo en coche.

Cuándo mi dedo índice está a punto de apretar el gatillo y yo ya me hago la idea de que unas cuántas gotas de sangre de esta mujer mojen mi cara, ella me mueve la muñeca y la pistola se dispara haciendo un agujero en el techo del coche. Grito de rabia cuándo me percato de que no está y de que el ruido del viento choca con la puerta abierta, una inmensa rabia recorre todo mi cuerpo y olvido la moneda, ella ya ha decidido y Maiwen ha querido llevar la contraria a la justicia, lo pagará bien caro.

Furioso doy un golpe al cristal, dónde detrás de él está el conductor, y sin dejar que baje del todo le chillo que persiga a esa chica, el giro brusco del coche cierra la puerta abierta hace unos segundos por Maiwen con un estruendoso golpe y me vuelvo a sentar en mi sitio intentando que parte de mí controle al animal que está suelto, respiro hondo mientras acaricio la moneda con una mano, parece calmarme progresivamente, pero en mi interior Harvey también quiere venganza, ya no se discute si matarla o no, sino el cómo matarla, mi mirada se queda fija mirando un punto en concreto, sin ningún pretexto, y mi mirada se llena de odio y rabia y se elimina cualquier atisbo de humanidad. “Nadie juega con la justicia” “Nadie”.

El coche la divisa y veo como corre, parte de mí quiere verla aplastada bajo las ruedas del coche y que sus sesos exploten de su cráneo para quedarse esparcidos por el sucio suelo, pasarle otra vez por encima para que ni la mas avanzada técnica logre descubrir quien es, que la tengan que recoger en bolsas de basura, la otra no es tan sanguinaria, es mas modesta, solo quiere pegarle dos tiros en la cabeza y colgarla de un edificio como señal de que nadie se mete con Harvey Dos Caras. El coche está a punto de arrollarla y yo observo con un cruel brillo de felicidad en mis ojos como está a punto de caer pero me llevo una gran decepción cuándo gira de golpe en un callejón, el coche se para en el callejón, la moneda me dice que me cargue al conductor, no es justo que siga viviendo, le pego un tiro justo antes de salir del coche y ver que se escapa corriendo, las quemaduras producidas por el fuego que desfiguraron media cara muestran unos tendones que ahora están tensos, casi rígidos mientras chillo enfadado, enfurecido, encolerizado:

- ¿TE CREES QUE PUEDES ESCAPAR DE MÍ? YO SOY LA JUSTICIA, NADIE SE ESCAPA DE MÍ Y MENOS UNA ZORRA COMO TÚ, CUÁNDO ME HAGA CON ESTA MALDITA CIUDAD SERÁS LA PRIMERA EN MORIR EN MIS MANOS.

Mientras chillo alzo la pistola y disparo apuntándola lo mejor que puedo en este estado encolerizado en el que me encuentro, correr sería una estupidez, pero las balas son mas rápidas que cualquier persona humana.

Respiro hondo un momento, alejada de la calle principal, intentando coger resuello, al menos ya no puede pasar por aquí con el coche. Lo que temo es que esté tan loco como para bajarse del coche y perseguirme. ¿Pero por qué me pasa a mí esto? ¡Joder, yo sólo vengo cansada del trabajo, donde mi jefe me trata a patadas, queriendo llegar a mi casa cuanto antes para tumbarme en la cama y encontrar algún momento para hacer los deberes! ¡¿Por qué este cabrón tiene que venir a hacerme esto? Y por las buenas! Me obliga a subirme a su coche y casi me mata. Joder, no puedo con esto. No, sí que puedo, por supuesto que puedo. Yo soy fuerte, me he metido en peleas con gente cuerpo a cuerpo, y, por supuesto, no es lo mismo que esta situación pero sabré llevarlo.

Ya he cogido suficiente resuello y yo aún no he llegado ni a la mitad de la calle porque es bastante larga, así que me echo a correr de nuevo, sólo por si acaso, no he estado mucho tiempo quieta pero no me fío de nada, prefiero no confiarme. Y hago bien. Porque le estoy oyendo gritarme, miro un momento hacia atrás para verle allí parado, en la entrada de la calle. Vuelvo a mirar hacia delante porque no es plan de que me dé un golpe contra algo, entonces sí que no salgo de esta. Está disparando como loco, pero yo no dejo de correr, así tenga tanto miedo, lo utilizo para darme más fuerzas para salir de aquí.

―¡Déjame en paz, hijo de puta! ―grito con furia. ¿Qué cojones...? No logro comprender nada y, francamente, ahora no me interesa hacerlo, sólo quiero salir de esta y llegar a casa. Lo peor es que no puedo avisar a la policía porque mi madre se enterará de lo que ha pasado... y no quiero que eso ocurra. Estoy casi llegando a otra bocacalle, sólo espero que no me lleve a un callejón sin salida. Voy a girar pero entonces siento un dolor punzante y lacerante en el brazo y suelto un grito mientras me estampo contra la pared. Seguro que me ha dado alguna bala, pero no puedo quedarme aquí para que otra me mate. Me levanto lo más rápido que puedo y, sin mirar mi brazo, sin mirar atrás, me meto por otra calle que... da a la carretera. Corro lo más rápido que puedo y veo a un taxi. Lo paro con desesperación y le suplico que me lleve a mi casa, diciéndole la dirección, claro.