Regreso al hogar

El taxi me dejó a la entrada de la mansión. Serían las 8 de la mañana, si todo marchaba según mis directrices, el señor Wayne debería estar desayunando para irse a trabajar después a su empresa. Tras darle al taxista el dinero, bajé del taxi con mis maletas. Volvía a estar en casa. Los días de mi ausencia habían sido un fastidio, en aquel pueblo inglés no había teléfono para llamar al señor Wayne, y me tenía que enterar de cómo iba la situación por los periódicos, los cuales no dijeron nada de Batman, Bruce Wayne o Gotham. Eso al menos era bueno. Abrí la gran verja de la casa con mi llave y comencé a recorrer el camino hacia la mansión, el jardín estaba limpio, pero un poco descuidado, se veía venir que ese jardinero necesitaba de mi ahínco para que trabajase mejor.
Mientras camino me pregunto cómo estará el señor Wayne, y rezo para que no haya habido ningún peligro grave por las noches, y que mi sustituta no le haya dado problemas. Llego cerca del cementerio familiar, lugar que, más tarde, cuando me haya instalado, iré a visitar.

Finalmente llegué a la puerta, la cual abrí con mi llave. Nada más entrar, vi el recibidor hecho unos zorros, tenía una cantidad de polvo y suciedad considerable. Y uno de los jarrones estaba roto. Santo cielo, corriendo deje mis maletas y me dirigí al jarrón. Había sido uno de los favoritos de la señora Martha, junto con el del pasillo y otro que está en la vieja habitación de los de los difuntos señores Wayne. ¿Qué demonios había pasado aquí? ¿Y si alguien había secuestrado al señor Wayne? O peor, ¿y si alguno de esos psicópatas que están por la ciudad había averiguado la verdad sobre él y había atacado la mansión?

Señor Wayne, grite, Ya estoy aquí. Señorita Anne, llamé también a mi sustituta, no fuera a ser que también le hubiera pasado algo. Volví a llamarlos mientras me dirigía a la habitación del señor Wayne, un poco más apresurado, pero mi cuerpo ya no es como antes. La verdad es que, por desgracia, me esperaba lo peor, y lo cierto es que el pasillo también estaba descuidado Señor Wayne, señorita Anne , sigo llamando, esperando que alguien me conteste.

Me di la vuelta hasta quedar boca arriba, y me llevé rápidamente las manos a los ojos. Luz, demasiada luz... ¿Qué hora era? Ni idea pero, teniendo en cuenta la cantidad de luz solar que entraba por la ventana, debía ser muy de mañana. Con los ojos aún medio cerrados, fui palpando con mis manos por la alfombra, buscando la chaqueta de Bruce, en uno de cuyos bolsillos sabía que aún estaría el reloj que le había robado a aquel tipo la noche anterior. Pero no la encontré, y entonces caí en la cuenta de que la chaqueta se había quedado en el pasillo, o en las escaleras, o quizá en el piso de abajo... imposible recordarlo.

Comencé a oír una voz conocida llamar a Bruce y a una tal Anne... Mierda, yo era esa "Anne". O ése era el nombre que le había dicho que Alfred cuando él me contrató, al menos. No esperaba que volviera tan pronto. Me incorporé poco a poco, tapándome con un trozo de alfombra, mientras miraba a mi alrededor, buscando mi ropa... Uff, vete a saber dónde estaba. Di con la camisa de Bruce y me la puse por encima. Un hombre sin camisa no era escandaloso, pero una mujer sí. Una vez puesta, me froté los ojos y me giré para mirar a Bruce, profundamente dormido a mi lado. ¿Qué hacíamos en el suelo y cuándo nos habíamos caído de la cama? Los recuerdos de la noche anterior eran confusos.

- Bruce... Bruce, despierta - dije, mientras zarandeaba suavemente sus brazos para que abriera los ojos, mientras la voz de Alfred se acercaba cada vez más adonde nosotros estábamos.

Podia acostumbrarme todas las noches a dormir al lado de Selina, era alguien increiblemente sorprendente. Podria hacerme perder la paciencia, pero siempre terminaria besandola, y esta noche que he pasado a su lado ha sido especial para mi. No me gusta involucrame mucho con nadie, pero ella no era como las demas con las que he estado, aunque a veces se me olvidaba que esto es solo temporal. Cuando Alfred vuelva, ella se ira de nuevo, o se ira antes, con Selina nada esta seguro, y eso es lo que mas me gusta de ella. Dormia tranquilamente a su lado, podria robarme algunas cosas, pero jamas traicionarme, y espero nunca equivocarme con eso. Oi una voz familiar, pero no reconocia si era en verdad o estaba soñando. Abri mis ojos y Selina me despertaba.

-¿Que pasa? ¿Visitas a esta hora?- le sonrei, pero la vi algo extrañada. Decidi esperar a escuchar esa voz de nuevo para reconocerla y, cuando lo hice, no tuve dudas, no podia ser otra persona -¿Alfred?

Tras un par de minutos entré en la habitación del señor Wayne para llevarme una sorpresa. Allí estaba el señor Wayne, eso por lo menos era un alivio, pero no estaba solo, estaba con mi sustituta, la cual llevaba una camisa del señor. Por lo visto habian pasado la noche juntos, era una alivio ver que al menos el señor estaba bien, y eso era lo que importaba. Pero una cierta sensación de rabia e indignación me comía por dentro, esto era por el hecho de que mi sustituta, aunque había suplido ciertas necesidades del señor Wayne, cosa en la que no me meto, había descuidado su trabajo, por lo que he visto.

Lamento haber interrumpido, señor Wayne, pero me he asustado al ver que no contestaba nadie, cuando estéis listos quizá podríais explicarme por qué la mansión está en este estado tan lamentable, dije un poco serio, Ah, se me olvidaba, me alegro de ver que están bien, esto último lo dije con un tono más amable.

Menudo mayordomo, que entraba a las habitaciones sin llamar antes a la puerta. Sabía que entre él y Bruce había mucha confianza, incluso amistad, pero esperaba que me diera algo más de tiempo a vestirme antes de que él llegara. Como pude me levanté, intentando mostrarle una sonrisa agradable, aunque atrás quedaba esa expresión de fingida inocencia con la que me había conocido días atrás, cuando me había contratado. Pobre hombre, ya estaba mayor para sobresaltos.

- Sabía que no tardaría demasiado, pero no esperaba que regresara tan pronto, señor Pennyworth. Al menos espero que le consuele saber que he mantenido la casa en buen estado, tal y como acordamos - le dije, acercándome un poco a él, mientras terminaba de abotonarme la camisa.

En cierto modo, no le estaba mintiendo. No es que hubiera hecho todas las tareas de una criada ejemplar, ni había limpiado el polvo cada día, pero sí le había hecho desayuno, comida y cena a Bruce, y ordenado alguno de sus papeles, más que suficiente viniendo de mí. ¿Por qué decía que la mansión estaba en un estado lamentable? Ah, eso... Supuse que se refería a lo de los jarrones rotos y la ropa por los suelos, pero eso no había sido culpa mía... Al menos, no enteramente mía. Bruce también había colaborado.

- Creo que será mejor que eso se lo pregunte al señor Wayne... cuando termine de vestirse. Mientras tanto, yo puedo ir haciendo el desayuno - dije, con la clara intención de librarme de una inminente regañina - Por cierto, me llamo Selina, Selina Kyle. Ése es mi verdadero nombre. Es un placer - añadí, intentando contener la risa. Seguro que, desde fuera, aquella escena resultaba muy cómica.

La situacion era un poco incomoda y delirante al menos para mi gusto, habia sido estafado, el nombre de mi sustituta era otro y tal y como presuponía por como habia ciudado la casa no era empleada domestica.

Creo que en nuestro primer encuentro usted interpreto bien mi concepto de cuidar de la mansion, pero por lo menos no ha salido ardiendo. Y no se moleste en preparar el desayuno, ya lo hare yo que para eso es mi trabajo, señorita... Kyle, le dije a la que se hizo pasar por mi sustituta lo ultimo fue porque recorde que me habia engañado con el nombre. Y lo cierto es que me estaba conteniendo por el señor Wayne, que si no le echaba a esa impostora el rapapolvo del siglo.

Usted tomara lo de siempre imagino, señor Wayne, y usted señorita ¿que desea que le prepare?, esta vez puse mi tono amable, y esperaba que la cocina al menos estuviera en un estado normal para poder hacer algo medianamente decente, porque tras esto me imaginaba de todo.

Me sorprendi mucho al ver a Alfred, pero creo que el no estaba tan sorprendido de verme a mi asi, siempre me veia con algunas chicas en la mansion, aunque eran pocas las que realmente pasaban la noche conmigo. Si bien tenia que fingir ser un multimillonario presumido que desea ligarse a cada mujer que conoce, no siempre me quedaba a dormir con ellas, y menos en mi mansion. En realidad, no creo que esto le moleste a Alfred, siempre me pedia eso, a veces de broma, otras veces en serio, que buscara a alguien especial y que formara una familia.

El siempre se preocupaba por todo, incluso una vez yo mismo me cuestione si estaba haciendo lo correcto, si todo esto estaba valiendo la pena. Pero observe como cambie algunas vidas, como algunos jovenes dejaron pandillas conflictivas por admiracion a mi, por ver que, si la policia puede ser corrupta, Batman jamas lo seria y no toleraria las injusticias. Volvi a la realidad y observe conversaba con Selina.

-Alfred, lo de siempre, pero has tenido un viaje muy cansado, quiza seria mejor que descansaras un poco mientras Selina te preparara algo- escuche la broma sobre que, al menos, la mansion no esta ardiendo, como el dia que saque a lo invitados y sufrimos un ataque. Habia extrañado el sentido del humor de Alfred.

La verdad era que no sabía dónde meterme. No es que sintiera vergüenza, pues era muy difícil, por no decir imposible, que a mí me incomodara algo... Pero nunca antes había estado en una situación similar. Contuve una risita tras el comentario de Alfred.

- Creí que la mansión ya había salido ardiendo hace ocho años... y no fui precisamente yo la que le prendió fuego, ¿verdad? - respondí, con voz traviesa.

Todos en Gotham, incluso los que, como yo, por aquel entonces eran jóvenes como para acordarse, teníamos en nuestra memoria ese suceso que salió en todas los periódicos, revistas y cadenas de televisión. "Multimillonario borracho prende fuego a su mansión". Interesante... Fuera como fuese, no quise discutirle al bueno de Alfred aquello de hacer el desayuno, así que me senté sobre la cama con las piernas extendidas, como si todo aquello fuera mío.

- Con una tacita de leche y un par de tostadas me bastará, Alfred, gracias. Soy una chica de gustos sencillos - dije, con una sonrisa.