Run, boy, run...~ [Iris West]

Era fin de semana y como todo buen fin de semana lo comenzó despertándose… tarde. Habían quienes pensaban que Iris se despertaba temprano y aprovechaban todo el tiempo para dedicarse a hacer sus cosas, lo que no sabían es que estaban equivocados. Si el reloj no la despertaba, ella no saldría de la cama, y si tenía que salir de ella lo haría luchando con los rayos del sol y las sabanas. Aquel día, un bonito sábado donde los pajaritos parecían ser extraídos de una película Disney, salió de su cama sobre las once y media de la mañana. La noche anterior había decido que haría reformas en la casa, poca cosa a pesar de lo que pudiera sonar, pero cuando a la pelirroja se le metía algo en la cabeza… difícilmente alguien se lo sacaría. Y ella quería pintar la casa, darle algún cambio. Y eso sería lo que haría… cuando comprase la pintura. Meses atrás ya comenzaba a sentir que aquel peso era más del que podía conllevar, un peso invisible e inexistente, como si algo le faltase y no encontraba el que se tratase pero que, si lo hacía pronto, se volvería del revés. Tal vez, había pensado la noche anterior, pintar la casa le daría nuevos aires y expectativas, se sentiría mejor. Una idea que le antojaba ridícula ahora que la meditaba, pero igualmente lo haría.

Se dio un baño y se vistió, posteriormente se tomaría un café para luego recoger las llaves de su coche y el bolso. Al otro lado de la ciudad se encontraba la mejor ferretería de Central City, donde ahora ella se dirigía. Lo que tampoco hubo pensado, es que el establecimiento se encontraba demasiado cerca del Museo de Flash, donde habían excursiones y visitas tan a menudo que dejaban llenos todos los aparcamientos cercanos. Exaspero molesta e increpo contra al héroe local durante todo el tiempo que estuvo dando vueltas buscando aparcamiento, hasta que lo hallo… al otro extremo del parque que debía de cruzar. Una vez dentro de la tienda, un sinfín de colores y tonalidades dispares se expusieron ante sus ojos. ¡Si había hasta papel! Debería de haberlo pensado antes, debería de habérselo imaginado, pero aquello debía de ser algún tipo de castigo por su mal karma-despertar. Minutos más tarde, la pelirroja saldría del establecimiento con más paquetes, cuyo contenido portaban botes de pintura y papeles para decorar la pared al igual brochas y demás utensilios, de los que podía llevar. “ El dependiente estará contento, hoy ha hecho negocio conmigo” Pensó con amargura, mientras comenzaba a atravesar el parque.

Sus ojos verdes se desviaron hacía uno de los lados cuando escucho las carcajadas infantiles de algunos niños jugando, el ánimo de la periodista pareció mejorar con ello. Y lo hizo aún más, sumando a la sorpresa, cuando volvió la vista al frente, encontrándose con alguien conocido. Alguien a quien no esperaba ver en la ciudad. – ¿Wally? – Sus orbes se abrieron de par en par, no solamente sorprendida por su presencia, sino porque estuviera ahí en el momento justo. –¿Qué haces… como has… Cuando…? – No llego a terminar las preguntas, no cuando el muchacho había tomado todas sus bolsas y proporcionado un beso en su mejilla. – ¿Sabes qué? Olvida esas preguntas y solo respóndeme a… ¿Quién eres tú y que has hecho con mi sobrino? – Le sonrió de vuelta, agradecida por el gesto pero también feliz de verle. Hacían varias semanas, o tal vez meses, que no lo veía en persona. Y al parecer, estaba perfectamente.

Encorvó una ceja ligeramente al escuchar su pregunta, negando con la cabeza mientras intentaba recuperar alguna de las bolsas. No tenía en mente permitirle llevar todas ellas sin poner resistencia. – No es necesario tesoro, tengo el coche al otro lado de la calle – Señalo al mini cooper rojo ubicado frente a sus ojos, pero claro, a mucha distancia de la posición en la que se encontraban. Había todo un parque, con lo que conllevaba, por atravesar y muchas bolsas de pintura que podían abrirse si se caían. ¡Y su ropa era de marca! – Además, no podrías llevarme ni aunque lo quisieras, aun no te has sacado el carné de conducir. – Le pico, aunque nunca comprendería porque no lo hacía. Iris recordó que, lo primero que había hecho al cumplir la mayoría de edad había sido sacarse el carné, pero su sobrino no lo había hecho así. Obviamente, parecía tener expectativas muy distintas a las de su tía… con la que solo se llevaba cuatro años. Nunca perdonaría a Rudy por ello. ¡Se sentía tan vieja! – Tan solo hazme un favor, ayúdame a llevar las bolsas hasta el coche y, a modo de compensación, te invitaré a com… - Y ahí fue cuando Iris se percato de su error… – … er – … Porque si había algo que caracterizaba a Wally West era el gran agujero sin fondo que tenía por estomago.