Juzgando al azar

Me siento en la silla del acusado, me siento extraño, nunca he estado en esta silla, siempre he estado dónde está ahora este nuevo y joven fiscal, mi traje ahora es monocromático y lleva mi nombre impreso, no me gusta, no me refleja, el duro acero de unas esposas plateadas rodea mis manos y me impide moverlas libremente, pero yo me mantengo serio, mirando hacia delante, hacia una parte de un público que me quiere ver muerto. El fiscal pregunta... exige, que le explique todo lo sucedido desde el momento en que hice mi reaparición, su tono no me gusta, y le dirijo mi mirada mientras decido si contarle las cosas o no, no puedo decidirlo, me han quitado mi moneda. Observo cada facción del rostro del fiscal, quiero mi moneda, y no me importa matar a quién sea para conseguirla.

Empiezo ha hablar describiendo esa oscura noche en la que me tenía que dirigir hacia un encuentro con un contacto mío... no saben que era del gobierno y no pienso decírselo. En ese trayecto me encontré con una mujer, se hacía llamar Maiwen Johnson, digamos que me llamó la atención, no parecía la típica chica cobarde y necesitaba a alguien mas y ella encajaba en el puesto, se negó, yo simplemente hice lo que tenía que hacer, me disponía a matarla, podía sentir ya su sangre manchando mis manos, por cierto, lo iba a hacer con una pistola. Hago una pausa y continúo. Maiwen me decepcionó, escapó ensuciando el buen nombre de la justicia, la disparé y me pareció ver como una bala le daba, no podía tolerar tantos fallos en una noche así que maté a mi chofer y me dirigí yo mismo hacia mi contacto, a partir de allí la noche continuó normal y tranquila.

La sala se queda en un silencio sepulcral, no me he fijado que mientras hablaba se me formaba una horrible sonrisa de cruel alegría y parte del público se ha levantado y se ha ido, el fiscal me mira enfadado y el jurado está pálido. Miro al jurado, observo la palidez de sus rostros y continúo: ¿Por dónde iba?