Buscando a la gente adecuada (Maiwen Johnson)

Otra vez, joder, otra vez he salido algo tarde. Aunque, por suerte, hoy no ha sido tanto como la otra vez. Sólo que al jefe le ha dado por mandarme a barrer, claro, a hacer horas extra pero sin pagar más dinero por ello. Joder, lo que hay que hacer para poder independizarse o, al menos, poder defender que no eres una carga y que haces lo que puedes por dejar el techo bajo el que vives. Mi madre no me ha recriminado nada, pero por si acaso, porque últimamente ando de muy mala leche con ella.

Mientras voy por una calle solitaria ―tanto de coches como de personas― empiezo a sentir algo de frío y a ponerme nerviosa. Creo que debería darme menos miedo una calle vacía que una transitada, porque aquí lo peor es encontrarse con alguien. Me acomodo la mochila, sintiendo que, de repente, pesa demasiado. Y entonces lo veo. Una sombra algo más allá, una silueta más bien. Hay alguien ahí, no puedo saber cómo es porque apenas le distingo, no veo su rostro, sólo puedo divisar el contorno de su cuerpo. Sea quien sea, no pienso cruzarme con él. Miro de reojo y veo una calle trasversal, así que giro por ella antes de llegar a pasar junto a esa persona. Ahora no tengo ni idea de cómo voy a llegar a la estación del metro desde aquí, me voy a perder.

Camino deprisa alejándome de la calle principal, confiando en que esa persona no sea un criminal al que le dé por seguirme. Lo peor de todo es que ya no hace falta que piense en cómo llegar desde aquí a la estación del metro ¡Porque no puedo! No hay salida, joder. Es un maldito callejón sin salida. Respiro hondo y me doy la vuelta pero entonces veo cómo la figura ―que seguramente es la misma de antes― dobla por el mismo sitio que yo y se mete en el callejón. Mierda.

Genial, y ahora suelta la típica frase de malo. Me acuerdo de Harvey Dent y siento un terrible escalofrío. Permanezco quieta, tratando de serenarme o, al menos, de parecer que estoy tranquila. Respiro hondo.

―¿Cualquiera como usted? ―a pesar de todo me cuesta no soltar mis burradas. ―No es culpa mía que tenga que ir a coger el metro tan tarde, sino de mi jefe, le da igual si me asaltan por la calle o si no aparezco al día siguiente en su garito porque me han matado la noche anterior.

Me mantengo con el ceño levemente fruncido incluso cuando me pide disculpas. En esta ciudad no me puedo fiar ni de mi sombra, porque puede que no sea mi sombra sino algún delincuente psicópata. Esos son los que más miedo me dan. Dice que lamenta el trato de mi jefe. Sí, ya, yo también lo lamento, como que estoy harta de él, si pudiera despedirme... pero no puedo, necesito ese trabajo.

Se ha presentado y su nombre me llama mucho la atención. Ra’s al Ghul. ¿De qué origen será? ¿Italiano? ¿Árabe? La verdad es que no tengo ni idea, pero no quiero quedarme a pensar demasiado en eso porque entonces me quedaré callada durante mucho tiempo y la conversación morirá.

―Curioso nombre, señor. El mío también lo es. ―sonrío levemente, recordando las palabras de Catwoman. ―Me llamo Maiwen Aswimi Johnson. ―digo mi nombre, sonrojándome un poco.

Parece un hombre educado... y hasta el momento no me ha sacado un arma ni ha intentado extorsionarme o meterme ideas extrañas en la cabeza. Pero, sobre todo, no lanza una moneda constantemente. Se ha comportado amablemente hasta ahora, y no ha usado un tono amenazador como el de aquellos atracadores. Joder, si he tenido más experiencias peligrosas en menos de dos semanas aquí que en toda mi vida en Canadá. No me extraña que la tía Lana muriese aquí... hago una mueca al acordarme de ella.

El hombre parece que se va, qué raro... bueno, eso aumenta mi confianza. Pero ahora vuelve a girarse hacia mí. Y lo hace para advertirme de que a estas horas la ciudad se vuelve más peligrosa, me apura para que me vaya. Suspiro. Joder, cuántas veces me habrán dicho eso ya. Todo el mundo me lo ha dicho, la primera de todas, mi madre, ya estoy harta de que me lo repitan una y otra vez, no voy andando por ignorancia, y tampoco por rebeldía. Últimamente desobedezco mucho a mi madre, pero no poniendo mi vida y la suya en peligro.

―Ya lo sé, señor, pero no tengo coche y mi trabajo está lejos del metro, así que siempre tengo que andar un poco. Odio mi trabajo pero no puedo dejarlo.

El hombre, llamado Ra’s al Ghul, me sorprende con su pregunta. ¿Por qué le interesa saber de qué trabajo? Vale, parece una simple pregunta casual. Joder, es que me he vuelto muy desconfiada desde que llegué aquí, pero no es culpa mía. ¡Es culpa de esta sociedad que hay aquí! Parece como si hubiese personas demasiado ricas y poderosas y eso haya provocado una gran cantidad de pobres que se acaban volviendo locos y cometiendo crímenes. Hay que barrer toda esta morralla, pero no parece que los que están dispuestos sean demasiados.

―Pues... la hostelería. Soy camarera en un establecimiento que se llama Green Paradise... el nombre no le pega mucho si eres del servicio. Mi jefe es un cabrón, si tiene un día bueno te grita por cualquier cosa. Si tiene un día malo, te grita todavía más. ―resoplo, quejumbrosa. Otra vez estoy soltando demasiado, y no parece que quiera pararme a mí misma, soy idiota. ―Hace unos días me atacaron porque me obligó a quedarme a limpiar, sólo por romper accidentalmente un maldito vaso. ―mascullo y le doy una patada a una lata. Hago una mueca y la recojo del suelo. ―Esto debería estar en la basura. ―digo, malhumorada, y tiro la lata a un cubo de basura que hay pegado a una pared.

No sé por qué coño estoy hablando en un callejón oscuro con un hombre al que no conozco, no sé por qué le estoy contando mis problemas. Creo que desde que he llegado a esta ciudad tengo tanto estrés que necesito sacarlo en cualquier momento y con cualquiera, cualquiera que no me apunte con un arma a la cabeza o que no me intente poner una navaja en el cuello, claro, tampoco estoy tan loca. Pero es que me siento como una bolsa llena de clavos, estoy tan sobrecargada que me he llenado de agujeros, y mis problemas y preocupaciones salen por ellos sin remedio.

Ladeo la cabeza al escuchar a Ra’s, en realidad no sé si debería llamarlo “señor al Ghul” o “señor Ghul”, pero no entiendo por qué me pongo a pensar en cosas tan poco importantes como esa. Le miro, sorprendida, cuando me pregunta si quiero que castigue a mi jefe. ¿Qué demonios...? ¿Con qué tipo de persona estoy hablando? ¿Y qué sociedad es esa a la que pertenece?

―Sociedad... Así que no es policía. Prefiero que no haga nada, me las apañaré, no trabajaré ahí durante mucho tiempo. ―le digo, prefiero no meter a nadie en problemas, y tampoco quiero meterme yo en ellos.

Ra’s no dice nada al instante, por el contrario, se pone a rebuscar algo en un bolsillo de su chaqueta. Me pongo alerta por si va a sacar un arma y, por raro que suene, me acerco un poco más a él, para tenerlo a la distancia suficiente como para poder arrancarle de una patada lo que saque de su bolsillo. Lo mejor que se me daba en las clases de karate, eran las patadas, y hasta ahora se me siguen dando de maravilla. Finalmente saca dos frascos, uno rojo y otro azul, pero dice que el rojo no le gusta, lo vuelve a guardar ante mi atenta mirada y saca otro, esta vez de color amarillo. Frunzo el ceño. ¿Qué demonios es eso? Dice que me serán útiles si me encuentro con un psicópata en esta ciudad.

No sé si cogerlo, este hombre parece buena gente pero me hace desconfiar lo que ha dicho hace un momento, su propuesta de “castigar” a mi jefe. ¿A qué se referiría? Si no es policía y pertenece a una “sociedad” seguro que no era nada bueno, estaría pensando en darle una paliza a mi jefe, seguro. Tal vez es un tío perteneciente a una secta. Joder, qué mal rollo, espero que no, no me hace ninguna gracia que intenten captarme para una secta.

―¿Qué es eso? ―pregunto antes de intentar siquiera coger los frascos.

Cuando empieza a hablar me quedo flipando. Intento no expresar con mi rostro lo que siento porque si no podría tener problemas y no quiero eso. Sin embargo, no puedo evitar que al menos una expresión de sorpresa aparezca en mi cara. Joder, es que me está diciendo que me ha dado un veneno neurotóxico ¡¿Qué cara voy a poner?! Hasta bastante bien me lo estoy tomando, o al menos eso es lo que parece externamente. Le escucho con atención mientras me explica cómo se usa se veneno. No es que lo vaya a usar... pero ¿Quién sabe? Tal vez estoy en alguna situación extrema... como se suele decir “en situaciones desesperadas, medidas desesperadas”.

No parece tan malo el primer veneno. Si alguien me ataca o intenta hacerme daño sólo tengo que usarlo y el agresor solamente quedará paralizado, dándome tiempo a escapar. A continuación me explica qué es el otro veneno, el de color rojo. Escucho con atención y abro un poco más los ojos. Este veneno sí que no me gusta. Matar a una persona no me hace nada de gracia... se me podría ir la mano. ¿Pero quién es este tío? Ha hablado de una sociedad... ¿Será un científico perteneciente a alguna secta? Qué mal rollo... pero bueno, aceptaré los dos frascos. Los cojo y me los guardo, anotando mentalmente que el azul es el menos dañino y que el rojo es el veneno mortal.

―Gracias, señor, pero tengo una duda... ¿Si bebo del frasco azul tendré que hacerlo poco antes de usarlo contra otras personas o esa bacteria inmune es permanente? ―le pregunto, sólo para dejarlo claro, porque no estoy muy segura de ello.

Escucho con atención la explicación de Ra’s acerca del veneno de color azul con respecto a mi pregunta. Qué lástima, vaya... ha dicho que el efecto de esa bacteria protectora sólo dura dos horas, si fuera permanente... tal vez podría servirme como “vacuna” para toda la vida. Quiero preguntarle cómo ha hecho esto pero dudo mucho que me lo diga y, además, me da vergüenza. Ya lo averiguaré yo solita, por mí misma, no sé muy bien cómo pero me las apañaré. Tal vez le pueda pasar esta mezcla a mi madre para que lo analicen en un laboratorio de la policía.

Asiento con la cabeza cuando termina de hablar y me dispongo a darme las gracias, pero él mira su reloj y dice que se tiene que ir porque debe atender unos asuntos importantes. Eso me da que pensar, ¿Asuntos importantes? ¿De noche? ¿A esta hora? Qué sospechoso, entre eso, lo de su organización y estos venenos me da que este hombre no es trigo limpio. Pero bueno, tal vez simplemente me esté equivocando.

―Cl-claro. Muchas gracias por su regalo, ha sido muy amable. ―sonrío sinceramente. Lo cierto es que ha sido uno de los pocos con los que me he encontrado por la calle y no ha intentado robarme o agredirme. ―Adiós, señor. ―me despido mientras él se aleja y me guardo los frasquitos. Me quedo mirando cómo se va y, después, me marcho yo rápidamente, corriendo, antes de que me encuentre a alguien que sí pueda ser peligroso para mí.