Dying For (afiliacion Elite)

El Viento azotaba sus cabellos sueltos, haciéndola estremecer de frío. Se mordió el labio ¿Por qué tardaba tanto? ¿Había ocurrido algo? Temía sí ¿Por qué negarlo?. Desvió su rostro buscándolo con la mirada; era una noche oscura y alumbrada débilmente por la luna.

Se abrazó con fuerza, presionando más sus dientes contra sus labios respirando hondo, muy hondo evitando entrar en pánico y tener una crisis ansiosa, algo que no era lo más adecuado en ese instante.

De la nada sintió que rodeaban su cintura y antes de que soltara un grito sintió su olor. Cómo no reconocerlo, si cada noche ella quedaba impregnada con su aroma. “Perdona la tardanza” se disculpó el muchacho con la voz en un susurro recorriendo el cuello de su amada con la punta de la nariz. Ella se giró lentamente, con los ojos cerrados disfrutando el sentirlo aliviada, quedando frente a frente. Los labios rozándose, sus alientos mezclándose. Ahora eran ellos dos contra el mundo. Contra todos aquellos que se oponían a su amor.

"Mi único amor, nacido de mi único odio"


La respiración comenzaba a hacerle falta, pero sabía que no podía detenerse, tenía que seguir corriendo o sus cuerpos acabarían sepultados en un juego imparcial de balas atravesando sus corazones, con su sangre derramada sobre la grama sucia y húmeda. Miles de voces repetían a coro dentro de su mente la idea de rendirse, de regresar, de vivir la vida ahogada que le había tocado, pero esta vez, sólo esta vez, era su corazón quien mandaba y lo tenía allí delante de ella corriendo para defender su amor, su único y prohibido amor.

"Más vale morir por su odio que prolongar la muerte sin tu amor."


Las palabras cayeron como espinas en su corazón, era verdad y lo sabía, prefería la muerte antes que vivir lejos de él, la simple idea producía escalofríos en su piel y es que perderlo jamás había estado en sus planes, vivirían felices para siempre como en los cuentos de hadas, aunque su vida fuese más cercana a un cuento sin final feliz, tal ves lo que ellos necesitaban era dejar de ser reales para pasar a ser una historia de amor, un cuento de hadas, una tradición, una leyenda. Pero un ruido reventó su burbuja regresándola a la realidad. La muchacha ahogo un grito con su mano mientras su amado se interponía, sin saber lo que esa noche pasaría…

"Los placeres violentos terminan en la violencia y tienen en su triunfo su propia muerte del mismo modo en que se consumen el fuego y la pólvora en un beso voraz"