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Una nación que puede ser considerada el buque insignia de la Tierra, una nación que prácticamente ha dominado el mundo pese a que ahora puede estar perdiendo hegemonía, una nación cuyo centro neurálgico es una mansión gigantesca de un color blanco lechoso custodiada por, quizá, los cuerpos de seguridad mas preparados del mundo. Estas personas prácticamente monitorizan cualquier cosa que ocurra dentro de la casa y unos diez kilómetros a la redonda, quizá mas con diversas ayudas militares, dicen que para matar a un guardia de ese tipo hace falta un escuadrón con una preparación sublime pues son los supervivientes de una selecta y plenamente estricta selección y ahora están cayendo frente a un solo... ¿hombre?

Gritos de hombres rudos y valientes, órdenes resonando fuertemente en unos pasillos que ahora están destrozados pues el mobiliario que albergaban ahora está envuelto en llamas, si los pasillos eran blancos, ahora son de un color rojo y un inquietante amarillo... y los colores no son solo del fuego. Un hombre corpulento de unos cuarenta años y traje negro con un pinganillo en el oído aguarda detrás de los escombros, no recuerda una situación así desde el ejército aunque allí nunca hubo nada parecido. Oye un fuerte golpe a su izquierda y ve como ha caído un hombre liberando un ligero humo que por lo que se alcanza a ver es de color amarillo, no puede llorar, no se le permite llorar, no se le permite gritar, solo puede observar horrorizado como el cadáver que era su amigo, prácticamente su hermano, se carboniza ante sus ojos, la pena se transforma en ira y rabia y un hombre de unos cuarenta años, con la jubilación a la vuelta de la esquina por los intensos requisitos de la Casa Blanca saca fuerzas de valor para levantarse y apuntar hacia el mismo infierno ante la Tierra, el espeso humo no deja ver nada, solo se ve un gran reflejo amarillo, y es lo único que un hombre de cuarenta años cuyo mayor crimen fue saltarse un semáforo en rojo ve antes de ser lanzado y carbonizado sin llegar al suelo, lo último que se carboniza son sus órganos vitales por lo que ciego, sordo, mudo y con un dolor agonizante vive un último segundo que será tan largo como una década.

No muy lejos del caos, mas concretamente encima de este un helicóptero se queda volando enfocando con un gran foco luminoso a la azotea que contrasta con la noche pese a que por las ventanas del edificio mas emblemático de Washington se ven llamas, unos hombres traen a otro a cubierto agachándole la cabeza y tratándole con sumo respeto pese a que lo tratan como un rehén, lo llevan hasta la escalera de cuerda que ha soltado el helicóptero y le piden que suba, el Presidente de los Estados Unidos de América obedece pues confía en esos hombres para su protección y la de sus seres mas queridos. Mientras sube desde el Helicóptero unos hombres claramente nerviosos le animan a subir. Un hombre, veintinueve años, recién contratado y con los nervios a flor de piel ve como el suelo de la azotea empieza a derrumbarse y a dejar escapar una luz perturbadora de color amarillo, el humo es insoportable y los guardias de seguridad que se encontraban en la azotea caen rápidamente mientras que el presidente sigue avanzando para salvar su vida pero algo hace helar la sangre de todos los presentes, un fuerte estruendo proveniente de la azotea. Un asustadizo hombre, gobernante de una de las naciones más poderosas del planeta mira abajo y se le cae una lágrima antes de que una fuerte ráfaga amarilla alcance al hombre y al helicóptero y lo destroce todo.

Los periodistas y los bomberos observan atónitos lo que está sucediendo pero nadie se atreve a entrar, hombres y mujeres con vida: con maridos y mujeres, con niños y niñas, con casas, con perros, con deudas, con abuelas, con abuelos, con desgracias, con alegrías... todos dejan de existir ante una fuerte ráfaga que destroza la imponente Casa Blanca y cincuenta quilómetros a la redonda, el último en morir ve al fondo una negra figura abierta de brazos formando lo que parece ser una cruz, alzada del suelo, contrastando con el amarillo, esa visión no dura mas de una milésima de segundo, insuficiente para que la capte y la procese, insuficiente pues el hombre desaparece, las esperanzas de todo un pueblo, la voluntad, la valentía, el futuro, todo desaparece para dar paso a una amarga sensación, una sensación que inunda a todo el planeta Tierra como una enfermedad, por primera vez en toda la humanidad la gente, al unísono, siente miedo, miedo de lo que ha pasado, miedo de lo que pasará, miedo del cráter que hace escasos instantes era la Casa Blanca.
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